Pablito – La fórmula de la oración
África
ARREMANGARSE EN LA OBRA DEL SEÑOR
En Brasil y en el exterior, miles de personas han experimentado la bendición de servir al Señor voluntariamente en la IIGD
Carlos Fernandes
El mismo Señor Jesús recomendó que sus siervos recorrieran el mundo haciendo nuevos discípulos. En los primeros tiempos de la Iglesia, los salvos estaban motivados a servirse unos a otros tomando como base la comunidad local. Solo así, con la colaboración de apóstoles, diáconos, evangelistas, maestros, entre otros, se estableció la obra, creció y ganó almas para Cristo. Heredera de este espíritu pionero, la Iglesia protestante, desde su nacimiento en el siglo XVI, tiene, en el voluntariado, el motor que la impulsa a producir frutos para el Reino de Dios. Si la misma Biblia enfatiza que el trabajador es digno de su salario –incluso muchos que se dedican al ministerio en su totalidad son remunerados por él–, hay una gran satisfacción por parte de quienes, aun manteniendo sus actividades profesionales, desempeñan diversas funciones en la Iglesia donde se congregan, sin que se le paguen por ello.
En todas las iglesias evangélicas, es posible encontrar, en cada servicio, reunión y actividad, una fuerza laboral cohesionada, unida en el propósito de servir a los santos, como se destaca en Hebreos 6:10. Este versículo enfatiza que Dios no es injusto al olvidar la acción y el amor que estas personas muestran por Su Nombre. En los miles de templos de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios, en Brasil y en el mundo, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, con los más variados orígenes, experiencias espirituales, profesiones y realidades familiares, han puesto sus manos en el arado, como dijo Jesús en Lucas 9:62. No esperan reconocimiento ni recompensa económica; solo quieren servir a Dios y a los hermanos lo mejor que puedan. Y, aunque es un reto conciliar el trabajo personal y profesional con el voluntariado en la IIGD, estos hermanos garantizan que el esfuerzo es gratificante.
A principios de la década de 1980, el militar jubilado, ahora pastor, Antuzio Augusto de Oliveira, de 67 años, se enteró del Evangelio. “Estaba viviendo un momento conturbado”, recuerda. Se había mudado con su familia a otra ciudad, y la diferencia de clima enfermó a sus hijos. Un día, estimulado por el programa del Dr. Soares, comenzó a frecuentar la Iglesia de la Gracia. “Allí aprendí mucho sobre la Palabra y la vida cristiana”.
Los constantes traslados, propios de su carrera en el Ejército, llevaron a Antuzio y su familia a vivir en diversas regiones del país. Años después, dejó las reuniones presenciales, pero siguió viendo los programas por la televisión, leyendo la Palabra y practicando las enseñanzas recibidas. Cuando se volvió inactivo en el Ejército, cumplió un viejo deseo. “Me preparé, durante 12 años, para ser emprendedor en el sector rural”, recuerda. “Adquirí tierras y búfalos para montar una granja”. Sin embargo, nada salió según lo planeado. Antuzio comprende que el Señor tenía otros propósitos para él. “Una vez, en la televisión, el Dr. Soares señaló con el dedo la pantalla y dijo: ¡Dios quiere que gane almas!”.
Cuando comenzó a congregarse en la IIGD, Antuzio se involucró por completo en la cosecha del Maestro. Vendió los animales y cesó la idea de emprender en la agroindustria. No obstante, ganó mucho más en la presencia divina. Después de cuatro meses de participar en los servicios, Antuzio se convirtió en colaborador. Durante este tiempo, el pastor le preguntó si quería comenzar a predicar. “Yo simplemente respondí: ¡estoy aquí!”, comenta Antuzio. El ministerio despegó y, a partir de ese momento, el Señor lo ha utilizado en mensajes, oración, consejería y diversas actividades en el templo. Antuzio fue consagrado pastor en 2010 y es voluntario. “Dios nos sostiene”, dice. “Siempre hice todo con amor y dedicación, por la gracia”. Según él, la recompensa es espiritual: “Son almas rendidas a Jesús”.
Para la asistente administrativa Roseane Silva de Souza la convocatoria para ser parte de la obra de Dios surgió tras su sanidad de un nódulo en el seno. “En ese momento, quería hacer más por Dios”, dice. El pastor pidió a quienes quisieran participar en el curso para colaborador que se presentaran. “A partir de ahí, me involucré cada vez más”. Roseane asumió responsabilidades en la iglesia donde se congrega. “Soy líder de los colaboradores, coordino el ministerio Mujeres Que Vencen y participo en acciones sociales con los niños de nuestra región”, enumera.
Con la semana involucrada en estas misiones, Roseane necesita disciplina para equilibrar el ministerio con su trabajo. “Mi horario en la empresa es de lunes a viernes, de 8 am a 5 pm. Salgo de allí y voy a la iglesia para ayudar con los servicios. ¡Ha sido gratificante!”, explica. Al buscar primero al Señor, ha visto que se le han añadido otras cosas. “Dios ha agregado bendiciones materiales a mi vida. Estaba endeudada con montos elevados que, a ojos humanos, no podía pagar”.
Roseane logró saldar todas sus deudas e incluso compró un automóvil. Además, su trabajo no le impide servir a Dios, a sus hermanos y hermanas en la fe y a la Iglesia. “Hoy, me siento completa en la realización de la obra. A menudo les digo a otros hermanos que me ayudan: lo que aprendemos en la casa de Dios se puede llevar a nuestra vida profesional, familiar, emocional y espiritual, porque Él nos paga con bendiciones”.
Fuerza esencial
“El Evangelio mismo me motiva a servir al Señor voluntariamente”, enseña el pastor Juarez da Hora, quien trabaja en la IIGD en Paredes, Cascais, Portugal, desde hace cinco años. Su actuación está subordinada a la del pastor Leandro Machado, líder de la Iglesia en el país. Para Juarez, el ejercicio pastoral es la realización de un sueño: “En mi trayectoria, esta práctica agrega más fe y valor, además de la responsabilidad de cuidar a las personas”.
Emprendedor en las áreas de Construcción Civil y Telecomunicaciones, el pastor se gana la vida con estos sectores. Como Roseane, ha sabido dedicarse al pastoreado sin más preocupaciones que la entrega total al Señor. “En los días de culto, no pienso en el trabajo, porque esos días son para la obra de Dios».
El liderazgo de la Iglesia de la Gracia considera este voluntariado esencial para la continuidad del ministerio, iniciado hace más de 40 años por el Dr. Soares. “Estos hermanos son fundamentales para que el trabajo se realice”, resume el pastor Rogério Postigo, líder de la Iglesia en Rio de Janeiro. Se refiere a los miles de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos que voluntariamente visitan hospitales y cárceles, evangelizan, sirven comida a personas sin hogar y satisfacen las necesidades de la casa del Señor. “Cuando me convertí en colaborador voluntario para realizar estas y otras tareas, me di cuenta de lo gratificante que era que Dios me usara para bendecir vidas”.
Rogério enfatiza que, cuando conocemos el amor del Padre, entendemos la necesidad de amar al prójimo como a nosotros mismos. “Desde los tiempos bíblicos, como se relata en los Hechos de los Apóstoles, la Iglesia ha buscado personas respetables y temerosas de Dios, para servir a los hermanos en Cristo y al prójimo”. La IIGD ofrece varias opciones para aquellos que deseen responder de manera efectiva al llamado del Reino. “Tenemos el curso de nuevos convertidos, para los recién llegados, y el curso de evangelismo, para aquellos que sienten el llamado del Señor a hablar del amor de Dios”. El siguiente paso es la preparación de los colaboradores, para aquellos que ya tienen algún tiempo en el ministerio y se sienten llamados a esta misión.
Rogério Postigo menciona el texto de Efesios 4:11, para animar al cristiano a encontrar su lugar en la mies del Maestro: Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros. Todo apunta a perfeccionar a los santos para el ministerio y la edificación del Cuerpo de Cristo. Hasta que, como Pablo nos enseñó, todos lleguemos a la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; a la condición de un hombre perfecto. El pastor concluye animando a los creyentes a involucrarse en la obra del Padre en este mundo. “Al hacerlo, viviremos este perfeccionamiento y daremos frutos, como Jesús nos enseña”.
Satisfecha de servir
Sirviendo al Señor durante siete años en la IIGD en los Estados Unidos, donde vive con su familia, la cantautora Joy Verzolla, de 44 años, ha utilizado su talento en el Reino. “He estado en el ministerio de niños, he servido en la reunión y, más recientemente, durante la pandemia, también en el Ministerio de Fe y Acción, donde oramos con nuestra comunidad y distribuimos alimentos”, destaca. “¡El amor me motiva a servir con alegría!”, agrega. Joy cree que para seguir el llamado del Señor, se debe ser guiado por el Espíritu Santo. Nunca le han pagado por realizar esas tareas, pero dice que está satisfecha.
“La vida cristiana se lleva a cabo en nuestra vida diaria”, continúa Joy. Ella trabaja en la Iglesia dos o tres veces por semana y da gracias a Dios porque Él le hace posible cuidar a su esposo y a sus tres hijos, quienes también están en la Iglesia de la Gracia en Boston, y trabajar como compositora y cantante. “Siempre le doy prioridad al servicio de Dios en todo lo que hago”.
Ahora colaborador en la IIGD, el asistente administrativo, Rui Cardoso, ha hecho de su actividad al servicio del Reino una motivación para vivir y demostrar su gratitud al Señor. Rui se liberó del alcohol en la Iglesia de la Gracia, en 2008. “Frecuenté las reuniones durante un año y la Palabra entró en mi corazón”. El ambiente cristiano despertó en él el deseo de hacer más. “Dios me tocó para ayudar a los colaboradores a limpiar el templo, algo que ya estaba haciendo en mi vida profesional”.
Empezó a ayudar los sábados, su día libre. Sin embargo, Rui terminó involucrándose más allá de lo que imaginaba. Allí, en ese clima de comunión con Dios y los hermanos, el Espíritu Santo actuó en su vida. “Al escuchar la prédica y leer la Biblia, entendí que Jesús vino a salvar a los perdidos y a sanar a los enfermos. Así que fui liberado”. Rui se bautizó y comenzó a ayudar en la evangelización.
De ahí a hacerse un colaborador fue un salto. “Dios me llamó. Una noche, mientras oraba, el Señor me dijo que quería darme más, pero que yo tendría que hacer Su obra”. El liderazgo local le preguntó si quería ser colaborador. Rui explica que, al principio, no quería; solo deseaba seguir ayudando. “Hice el curso de colaborador en 2011 y le pedía a Dios una esposa y la restitución de mi trabajo en la Fiscalía Federal, donde trabajaba”. Rui Cardoso cuenta que, con los cambios en el servicio público a principios de la década de 1990, fue destituido de su cargo. “A ojos naturales, esa era una situación imposible de revertir”, reconoce.
El celo por la casa del Señor, que el mismo Jesús mostró cuando estaba entre nosotros, fue el ejemplo más grande de Rui. Además de la limpieza, comenzó a realizar diversas actividades en las reuniones, como la asistencia a la recepción, la evangelización, la oración y la participación en acciones sociales y visitas, incluso fuera de Río de Janeiro. Como señal de que el Padre recompensa una vida dedicada al Evangelio, Dios ha cumplido sus promesas. Él recuperó el cargo público y encontró a su esposa, que también es evangelista. “Lo que hago en la Iglesia de la Gracia es muy poco comparado con lo que el Señor me da. El que pone la mano en el arado no puede volver atrás”, enseña, recordando la famosa advertencia de Jesús en el libro de Lucas.