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FIN DEL SUFRIMIENTO
Peruana es sanada de un problema degenerativo señalado por la Medicina
“Me deprimí. ¡Lloraba mucho!” El desahogo es de la peruana Zoila Padilla. Sentía un dolor intenso en las manos, pero no podía dejar de trabajar, porque ayudaba a mantener a su familia. “En los últimos tres meses, mi situación había empeorado, extendiendo la enfermedad a mis miembros inferiores”.
Sin entender la razón de ese síntoma, Zoila comenzó a vivir no solo con las manos doloridas, sino también con movilidad limitada. “Cojeaba y me apoyaba en la pierna izquierda o, en ocasiones, en la que menos me dolía, por lo que ya no podía trabajar ni hacer cosas simples como lavar, exprimir la ropa e incluso peinarme”, señala.
La peruana consideraba la situación terrible. “Para alguien que es una persona muy activa como yo, ver que la vida cambia de un momento a otro fue bastante desagradable”. Luego, buscó ayuda en la Medicina y le diagnosticaron artrosis degenerativa, una enfermedad caracterizada por el desgaste del cartílago articular y cambios óseos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el mal llega a 240 millones de personas en el mundo, principalmente mujeres. “El médico me dijo que se trataba de una enfermedad incurable, pero que el dolor se puede aliviar con medicamentos”, explica.
Decepcionada y disgustada, Zoila le preguntó a Dios: “Señor, ¿por qué me está pasando esto? ¿Dónde estás?”. Mientras tanto, su hermana, Tereza Padilla, comenzó a invitarla a visitar la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios. Sin embargo, ella se negaba.
Confiada en que su hermana podría liberarse de ese mal, Tereza decidió llevarla a la IIGD. “Ella me levantó de la cama y me tomó. Fui a regañadientes, porque pensé: ‘¿De qué sirve, si soy tan mala, tan abandonada? Seré una carga. ¡No tengo trabajo y no podré trabajar!’”.
No obstante, en el servicio, Zoila dejó que el amor de Dios entrara a su corazón, se redimió con su Padre celestial y recibió la liberación. “El pastor oró: ‘¡Toma todas tus enfermedades, todo tu dolor! ¡Suelta esas manos, Satanás!’”.
Después de la oración, la peruana no se había dado cuenta de que podía cerrar los puños. Cuando se dio cuenta, hizo el gesto mostrándolo a toda la Iglesia. “Cuando probé este movimiento, hizo un ruido extraño, sonaba como un robot. Y también me di cuenta de que, el bulto que había en la palma de mi mano izquierda, había desaparecido”, dice. Zoila reconoce su error y agradece a Dios por convertir su llanto en felicidad. “Yo era una persona llena de odio, pero cuando el Señor me limpió, me quitó el dolor, la amargura, el resentimiento y la depresión”.