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Manera correcta
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A LA ESPERA DE UN MILAGRO
Tras sucesivas pérdidas y embarazos de riesgo, Samara dio a luz a su segunda hija.
Viviane Castanheira
Tener otro hijo es una decisión impactante para cualquier familia. Sin embargo, ni toda la planificación prevé desgracias, como sucedió con la vendedora, Samara Fabiana da Silva Rego, y su esposo, Daniel Costa Holanda.
A los 19 años, Samara tuvo a su primera hija, Gabrielly Vitória. Cuando la niña cumplió ocho años, la pareja decidió tener una segunda heredera. La buena noticia llegó meses después. “Estaba muy feliz, ya haciendo planes para el niño que venía en camino. Pero en la primera cita, el médico no pudo ver al bebé. Aunque el especialista dijo que no era nada, porque yo estaba al principio del embarazo, estaba preocupada”, cuenta Samara, quien a los pocos días sangraba y sentía fuertes dolores. “Fui al hospital y allí todavía escuchaba los latidos del corazón fetal. El médico me dio medicación, me mandó que reposara, y regresé a casa. Los dolores se intensificaron y perdí al bebé. Estaba destrozada”, desahoga la vendedora.
Hasta entonces, solo Gabrielly asistía a la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios en compañía de una vecina. La dolorosa experiencia llevó a Samara a acercarse más al Señor. “Acepté a Jesús, porque solo Él podía llenar el vacío de mi corazón”, dice.
La pesadilla de Samara persistió. Después de 20 días de perder a su hijo, amaneció con un dolor intenso en el abdomen y fue llevada al hospital. Tras realizarle unas pruebas, los médicos le diagnosticaron un embarazo en las trompas, sin posibilidad de evolución. Encaminaron a Samara para cirugía de emergencia. No entendía la razón de pasar por todo eso y temía morir. “Le pregunté a Dios si había esperado mi conversión para llevarme”, dice la vendedora.
El procedimiento fue exitoso, pero se tuvo que quitar una de las trompas, lo que disminuyó la posibilidad de que volviera a quedar embarazada de forma natural. “¡Estuve muy mal! Ver a mi esposa pasando por todo eso fue terrible. Era difícil aceptar lo que estábamos enfrentando”, dice Daniel, sin imaginar lo que Dios estaba preparando para su familia. Un año después, Samara y Daniel decidieron no hacerse el tratamiento de fecundación. Pero, el Altísimo tenía otros planes para ellos. Una mañana, la vendedora se sintió mal y decidió hacerse una prueba de embarazo. La prueba salió positiva. “No sabía si lloraba o quedaba contenta. Entré en desesperación, porque ya estaba sangrando. Corrí al médico, pensando que volvería a pasar por todo eso. Clamé al Señor diciendo que ya no aguantaba más sufrir”, cuenta Samara, quien cuando fue examinada, recibió una buena noticia: el feto estaba en el útero, pero había que guardar reposo absoluto durante diez días. “Di la noticia, y todos estaban felices, pero con miedo. Tampoco tenía mucha esperanza, pero confié en Dios”. Después del descanso, Samara volvió a la consulta y escuchó lo que más deseaba: había buenas posibilidades de continuar con la concepción. “A medida que pasaban los meses, veía crecer mi barriga y me maravillaba del milagro del Señor”.
Tanto el embarazo como el parto fueron tranquilos y la pequeña Esther vino al mundo para completar la familia de Samara, Daniel y Gabrielly Vitória. “Mi reina Ester nació; una niña hermosa, llena de salud. Un regalo del Creador para hacernos felices. El médico me miró y dijo que era el embarazo de alto riesgo más saludable que había visto en su vida. Hoy, Esther tiene cuatro años y todos los días le doy gracias a Dios por mis hijas. No tengo palabras para expresar mi gratitud al Señor. Le sirvo con todo mi amor y dependo de Él. Todo en mi vida es según Su voluntad, y lo que pasé fue para honra y gloria de Cristo”, concluye Samara.