“Dios nos honra”
A la espera de un milagro
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BENDICIÓN PARA LOS MÁS PEQUEÑOS
Los niños con enfermedades graves son sanados por el poder de la oración
Viviane Castanheira
La imagen de un niño enfermo desgarra el corazón de cualquiera. Sin embargo, la perspectiva de verlo bien renueva la fe y las fuerzas de sus familiares y amigos que interceden ante el Señor por su sanidad. Cuando la hija de Jairo estaba al borde de la muerte, él buscó al único que podía salvarla: Jesús. La narración contada en el Evangelio de Lucas tuvo un resultado sorprendente. El Señor fue a la casa de Jairo y, incluso ante la muerte de la niña, el líder judío confió en Jesús y el Maestro la resucitó.
Estas historias milagrosas no se limitan a los tiempos bíblicos. El mismo Jesús que resucitó a la hija de Jairo hace maravillas hoy. Prueba de ello es la pequeña Maria Valentina Cantanhede Rodrigues, de un año. Con apenas tres días de nacimiento, Valentina presentó varias lesiones. Su mamá, la enfermera de 25 años Micaelly Cantanhede, estaba desconcertada porque el bebé lloraba mucho. Los medicamentos recetados no funcionaban y las heridas solo aumentaban. El problema empeoró y Valentina fue hospitalizada, pero los profesionales de la salud no pudieron identificar la causa del problema. “El médico sospechaba de leucemia y dijo que necesitaría ser monitoreada por varios especialistas a lo largo de su vida. Me desesperé”, recuerda la mamá.
Micaelly estaba alejada de los caminos del Señor, pero reconocía que solo Él podía ayudarla. Así que, pidió a su abuela, Marilene Domingas Silva Cantanhede, miembro de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) que orara. Marilene empezó un propósito de oración por su bisnieta. “Confié que el Médico de los médicos actuaría”, dice Marilene, quien, durante una semana, intercedió por la salud del bebé. “Todos los días iba a la iglesia y de rodillas clamaba a Dios. Sabía que mi bisnieta estaría conmigo al final de este propósito”. Marilene fue atendida y la pequeña Valentina mejoró.
Los exámenes mostraron una normalización de las tasas y las heridas comenzaron a cicatrizar. Al final de esa semana, la niña fue dada de alta. “Dios hace milagros. Para la gloria del Señor, Valentina está sana”, afirma la jubilada. Micaelly se reconcilió con el Señor y asiste a la misma iglesia que su abuela.
“El actuar divino”
Cada mañana, la educadora, Joice Melo de Souza Ferreira, celebra la oportunidad de tener a su hijo, Heitor, a su lado. Ella es consciente de que solo experimenta esta sensación gracias al poder del Señor. Heitor nació con tetralogía de Fallot, una enfermedad poco común causada por una combinación de cuatro defectos cardíacos. Sin embargo, la familia solo descubrió la anomalía cuando el pequeño tenía seis meses. “Tenía muchas crisis y tuvo que ser operado”, dice Joice. Hospitalizado en agosto de 2019, el niño tuvo que esperar para ser operado hasta diciembre de tal año. “El pasaje de Efesios 4:2 –soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor– fue nuestra fortaleza en toda la estadía en el hospital. Necesitaba apoyar a otras mamás allí. Lloré con muchas de ellas, ya que estábamos pasando por la misma situación. Pero, aprendí a descansar y entregar a mi hijo al Creador”, enfatiza la educadora.
Los médicos dijeron que sería difícil corregir los cuatro problemas causados por la malformación. Pero Joice y su esposo, Vitalino, sabían que el Dios de lo imposible era el único capaz de salvar al niño. “El procedimiento fue un éxito, fue un actuar divino. Incluso el médico reconoció el milagro”. Heitor pasó solo cuatro días en la UCI y, a la mañana siguiente, mostró una mejoría. “Estaba despierto y respiraba con la fuerza que el Señor le había dado, sin la ayuda de aparatos. ¡Fue maravilloso! ¡Todo honor y gloria al Creador! A veces, no queremos pasar la prueba, pero nos edifica y nos enseña”, asegura Joice, miembro de la IIGD.
Saludable en los brazos de la mamá
El pequeño Joaquim Leonardo Silva Miranda, de solo dos años, le asustó a su mamá, Elaine, y a su papá, Esaú. Al final del embarazo, Elaine presentó hipertensión arterial, y el médico optó por inducir el parto normal en la 37ª semanas de gestación. Sin embargo, esta maniobra casi le costó la vida a Joaquim, quien entró en sufrimiento fetal. “Me dieron tres medicamentos para inducir el parto, pero el útero no se dilató. Aunque Joaquim estaba sumamente agitado, dijeron que esto era normal. Hasta que, al cabo de unas horas, el especialista ya no pudo oír su pequeño corazón, ya que estaba débil. Por lo tanto, me sometieron a una cesárea de emergencia. Mi esposo y yo oramos con fervor antes de ingresar al quirófano”, recuerda la secretaria, Elaine de Jesús Silva Miranda, de 31 años, quien con su familia también asiste a la Iglesia de la Gracia.
Joaquim no lloró al nacer, estaba débil y morado. La enfermera intentó reanimarlo y el sueño de ser mamá se convirtió en una pesadilla. “Quería saber qué estaba pasando, pero nadie me decía nada. Mi esposo vio a nuestro hijo inerte y sintió angustia. Le pidió a Dios que salvara a nuestro hijo”, dice. En ese momento, la intervención divina fue decisiva. El bebé volvió a respirar; ni siquiera tuvo que ir a la incubadora. Horas después, Joaquim estaba sano en los brazos de su mamá. “Mi hijo es un milagro, y el Señor ha preparado algo grandioso para él. Joaquim fue muy deseado, y en el momento oportuno, el Altísimo lo bendijo”, celebra Elaine.