“Dios nos honra”
A la espera de un milagro
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PODEROSA ARMA ESPIRITUAL
La oración de Arlete condujo a su esposo e hijo a los caminos del Señor
Viviane Castanheira
La jubilada Arlete Marques Leocádio, de 60 años, usó la oración para ganar a su hijo y esposo para Jesús. Durante 17 años, Arlete ha estado clamando a su favor. Sin embargo, esto no siempre fue así. Antes de ser mamá le gustaba “disfrutar de la vida”: “Pensaba que si siguiera en los caminos de Cristo tendría que dejar de beber, fumar y bailar. Me costó mucho abandonar tales prácticas”, dice.
En el Carnaval de 1993, embarazada de ocho meses de su hijo, Gladson Militão Leocádio Marques, la jubilada pasó el día bebiendo con su esposo y un par de amigos. Debido al abuso de alcohol, sintió dolor y fue llevada a la sala de emergencias. Allí, descubrió que el parto tendría que hacerse de inmediato. “Mi hijo nació con varios problemas de salud”, afirma.
Las complicaciones de la cirugía provocaron una grave infección en el útero de Arlete, y cada 15 días, durante tres meses, tuvo que ser cauterizada. Su esposo, Reginaldo Militão Leocádio, de 60 años, aún sin conocer la Palabra, le sugirió a su esposa que buscara una Iglesia y pidiera oración. Fue lo que hizo. Arlete se entregó a Cristo, fue sanada y liberada y comenzó a interceder por su familia. “Mi esposo bebía y fumaba. No lo maltrataba; simplemente ungió las botellas, oraba y lloraba en la presencia de Dios por su salvación. Cada vez que iba a la iglesia, profetizaba que mi esposo se sentaría en la silla a su lado”, dice.
El primero en aceptar a Cristo fue su hijo, Gladson, de 28 años. Cuando era niño, el joven era llevado a la iglesia por su mamá. Sin embargo, cuando era adolescente, sentía vergüenza que lo vieran cargando la Biblia. “Quería disfrutar de la vida como muchos de mis compañeros de entonces”, dice el joven. Se mantuvo alejado unos meses, pero una visita del grupo de jóvenes IIGD en Venda Nova, Belo Horizonte (MG), donde solía congregarse, llevó al joven de nuevo al camino correcto. “A los 16 me bauticé. Unos meses después, ya estaba trabajando en la obra del Señor. Soy colaborador y pastor, para la gloria de Dios. Nuestra familia está bendecida, porque mi mamá perseveró en la fe”, dice Gladson, pastor asistente en la sede del IIGD en la capital de Minas Gerais.
Ante el testimonio de su esposa e hijo, Reginaldo comenzó a rendirse a la Palabra. Sin embargo, el proceso fue largo. “Me gustaba el alcohol y fumaba mucho”, confiesa el jefe de familia, que tras ser despedido en 2004 decidió abrir un bar.
Arlete no aprobó la idea y se puso a orar. “Ungía la puerta del bar y le pedí al Señor que la transformara en algo que hiciera una diferencia en esa calle”, dice la jubilada. “A veces mi esposo iba a la iglesia conmigo, pero escondido de mí, ponía una botella de licor en mi bolso. Así que la presenté a Dios, determinando que él dejaría ese hábito”. Eso es lo que pasó. Con el tiempo, esa situación molestó a Reginaldo. “La Palabra tocó mi corazón y comencé a ir a la iglesia con más frecuencia. Las oraciones de mi esposa y mi hijo me emocionaron y tuve que tomar una decisión”, señala el empresario. En 2011, aceptó a Cristo como su Salvador y se bautizó.
Como su nueva vida no era compatible con el alcoholismo, Reginaldo cerró el bar, consiguió otro trabajo y alquiló el local comercial. “Comprendí que Dios me guiaría”, dice el cabeza de familia, quien, en agosto de 2021, abrió una tienda de mascotas. “Hoy vivimos en armonía y serviremos al Señor por siempre”, garantiza el empresario. Se une a su esposa, Arlete, en el IIGD de Venda Nova, en Belo Horizonte (MG), la misma en la que entregó su vida a Cristo.