Test – Enero – 2022
Cinturón negro en la fe
DOLOR EN EL ALMA
Los jóvenes encuentran la paz en Jesús para superar la depresión y la ansiedad
Viviane Castanheira
“El enemigo trató de matar a mi hija varias veces, pero siempre declaré que ella es del Señor Jesús”. Este relato es del ama de casa, Valdirene Alexandre da Silva Cordeiro quien vio a su hija adolescente languidecer ante la depresión, mal que ha afectado a la población joven del mundo.
El número de niños y jóvenes deprimidos es aterrador y ha aumentado considerablemente durante la actual crisis de salud mundial. Un estudio realizado por la Universidad de Calgary, en Canadá, con más de 80.000 jóvenes y adolescentes de todo el mundo, estima que una de cada cuatro personas presenta síntomas elevados de depresión y una de cada cinco presenta signos de ansiedad. La universidad destaca que la incidencia de estas enfermedades se ha duplicado en este grupo de edad debido a la pandemia de covid-19.
La estudiante Karina Cordeiro da Silva, de 17 años, hija de Valdirene, fue parte de esta dolorosa estadística. En 2019, comenzó a aislarse y autolesionarse. Cuando se lastimó, trató en vano de cambiar el dolor del alma por el dolor físico. “El 2020 fue el peor año que enfrenté con mi hija, ya que comenzaron los intentos de suicidio. Fueron cuatro en total, pero Dios, con su infinita bondad, la liberó de la muerte”, dice Valdirene, quien necesitó la perseverancia en Cristo para soportar esos momentos.
Ante la situación, la joven de 15 años tuvo que ser internada en un hospital psiquiátrico. “No podía aceptar ver a una niña tan hermosa y cariñosa en ese estado”, recuerda la mamá. Vadirene nunca perdió la esperanza y decidió usar la fe. “Clamé al Señor por liberación, le pedí a mi hija que recitara el Salmo 91 todos los días y participé en el propósito del vaso con agua. Siempre miraba a Karina y la veía sana”.
Karina vivía en un mundo aparte. Ajena al sufrimiento de sus familiares, se sentía inútil y buscaba en la muerte la solución a su angustia. “Pensé que nunca saldría de esa situación”, revela el estudiante. Solo se sintió esperanzada cuando salió del hospital. “Empecé a ver los servicios en línea. Pasé todo el año 2020 sin ir a la iglesia”. Más tarde, sintió nostalgia por la casa del Padre y le pidió a su mamá que la llevara al templo. “Ese día, cuando el pastor predicaba sobre el bautismo, el Espíritu Santo me habló y entendí que aquel era el momento”, dice la joven. Karina asistía a la iglesia antes de la crisis, pero solo conoció la salvación en Jesús después del valle por el que pasó. “Hoy, soy completamente diferente. Antes, no creía en la vida. Ahora quiero aprovecharla en el camino del Señor”, asegura. Valdirene también se regocija con la transformación de su hija. Está a punto de ir a la universidad. Después de dos años de lucha, está feliz y en paz. Estoy agradecida con el Señor por lo que ha hecho y hará en su vida”, enfatiza el ama de casa, miembro de la Iglesia de la Gracia.
La depresión afecta a muchos jóvenes que, como Karina, tienen dificultades para lidiar con un dolor que es difícil de explicar porque no es físico. Esto ocurre principalmente en la adolescencia. Según la psicóloga clínica Renata Monteiro, este trastorno afectivo puede caracterizarse por pérdida de interés en las actividades cotidianas y tristeza intensa y duradera. “La adolescencia es una etapa compleja, ya que el individuo experimenta un gran cambio hormonal, con la llegada de la pubertad. Esta adaptación puede llevar tiempo, generando conflictos internos y psicológicos. El cerebro se está preparando para la madurez”, explica Renata. La psicóloga destaca algunos factores a observar, como la culpa, la desesperanza, los sentimientos de inutilidad, la indiferencia, la irritabilidad, entre otros. “Si los síntomas persisten, la persona debe buscar ayuda médica o psicológica”, aconseja.
Según la terapeuta, uno de cada cinco adolescentes admite haberse lesionado para aliviar algún dolor emocional. Este desencadenante puede surgir de las más diversas situaciones, como problemas familiares, sentimentales o sociales. “Una vez, al ver a una paciente, le pregunté por qué se autolesionaba. Ella respondió que no podía ver ni mostrar su dolor, por lo que se cortó. Esta es una prueba de que el cerebro aún no tiene la corteza prefrontal madura, una estructura responsable de la toma de decisiones”, analiza. Además de psicóloga, Renata es pastora en el Iglesia de la Gracia. “La psicología es ciencia y no está clínicamente relacionada con la fe, pero creer en Jesús, tener el sentimiento de pertenecer a un ser mayor, alivia el sufrimiento psíquico”.
Un dolor que consume el alma. Ese es el sentimiento que la estudiante de derecho Maryanne Leal Estrela Araújo, de 23 años, dice haber tenido durante cuatro largos años. Todo comenzó a los 19 años, cuando se preparaba para ingresar a la universidad y vio cambiar drásticamente la situación económica de su familia. “Nos costó mucho lidiar con eso. Nuestro nivel de vida bajó mucho. Estaba estudiando para los exámenes y empecé a tener episodios de llanto”, revela la niña. En 2019, enfrentó otro golpe: su abuelo se enfermó y la ansiedad de la joven aumentó. “Estaba conmocionada y perdida, rodeada de malas amistades y con ataques de ansiedad, depresión y pánico. Así que comencé a cortarme: tenía un cuchillo y una navaja escondidos en el baño. Lloraba y me cortaba. Era horrible”, admite.
A fines de ese año, Maryanne inició un tratamiento psiquiátrico con medicación fuerte, pero no se adaptó. “Busqué otro profesional y empecé un nuevo tratamiento, pero los remedios me dopaban. Con la pandemia, mis síntomas empeoraron y pensé que la solución era morir”, recuerda Maryanne, quien perdió mucho peso mientras estaba en tratamiento. La niña mejoró gradualmente. Sin embargo, en julio de 2021 tuvo una recaída. “¡Fue terrible! Afortunadamente, mi mamá luchó por mí. Un día, ella se fue a trabajar y le dije que me cuidaría, pero no pude. Empecé a llorar, me caí al suelo y me seguía cortando; estaba totalmente fuera de control. Sentí que alguien se estaba riendo de la situación, así que desesperadamente llamé a mi mamá, quien regresó a casa, oró por mí y me calmó”.
La agente inmobiliaria, Maura Estrela de Carvalho, mamá de Maryanne, temía por la vida de su hija. “Hubo momentos difíciles. Desarrolló una profunda depresión; tenía miedo de todo, era insegura y se creía la peor de las criaturas. Empecé a llevarla a la iglesia, pero a menudo se cruzaba de brazos y no quería entrar. Otras veces, entraba, se sentaba y se ponía a mirar su celular, molesta. Aun así, seguí orando”, dice Maura. Hace seis meses que sus oraciones fueron contestadas. “La resistencia a la Iglesia ha sido vencida, porque Cristo la alcanzó. Maria comenzó a interactuar en las reuniones, a alabar, a buscar a Dios y leer la Biblia. Ella está liberada, plena y feliz. Fue una victoria, para el honor y la gloria del Señor”, se conmueve Maura, quien, en todo momento, contó con la ayuda de los líderes de la Iglesia de la Gracia donde se congregan. “Clamé, entregándolo todo a Dios. Fue un proceso de liberación, pero me sentía, en cada servicio, más transformada. Logré ingresar a las prácticas y mi relación con mi familia mejoró. Siento que, por fin, tengo una vida digna y de calidad como hija de Dios”, concluye Maryanne. Desde su bautismo, no ha tenido más episodios de ansiedad o depresión.