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Pastores y miembros de la IIGD ayudan a personas en situación de vulnerabilidad social, refugiados y víctimas de desastres naturales
Carlos Fernandes
Enero estuvo marcado por tragedias que expusieron el drama de dos segmentos vulnerables en Brasil. El primero es el de quienes viven en regiones precarias, como las laderas de la periferia, sujetas a desastres naturales. Las lluvias de principios de año, en el sur de Bahía, dejaron alrededor de 30 muertos –la mayoría víctimas de deslizamientos de tierra– y más de 50 municipios en situación de calamidad. El hecho ocurrió en Minas Gerais, donde, a pesar del menor número de casos fatales, miles de habitantes perdieron sus casas y pertenencias. A finales de mes, un brutal crimen conmocionó al país: la muerte del refugiado congoleño Moïse Mugenyi Kabagambe, asesinado por cinco hombres por desacuerdos sobre el pago de su salario como mesero de un puesto de playa.
Las personas en condiciones precarias de subsistencia son un desafío para los servicios de salud y asistencia social, ya que se encuentran en zonas de riesgo o han venido a Brasil huyendo de situaciones de conflicto y violaciones de derechos humanos en sus países. La demanda de estas poblaciones está creciendo. En este desfase entra la pujanza del Tercer Sector, a través de organizaciones empresariales y civiles que utilizan sus recursos financieros y humanos a favor de esta causa. Así, las instituciones religiosas de diferentes denominaciones juegan un papel decisivo en este servicio. En todo el territorio nacional, la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) lleva consuelo material y espiritual a los más necesitados.
En el estado de Roraima, puerta de entrada de miles de venezolanos a tierras brasileñas, la IIGD ha atendido a inmigrantes que llegan sin trabajo, sin esperanza y, muchas veces, con hambre. “Los recibimos y les brindamos alimentos, asistencia espiritual, apoyo y posibles derivaciones”, explica el pastor Éric Costa Dias, líder del ministerio en el estado. Según él, el trabajo se basaba en los templos, hasta que, hace dos años, la pandemia del nuevo coronavirus llevó el servicio a la calle –después de todo, muchos venezolanos viven en este espacio, precariamente acomodados, en carpas o bajo marquesinas. “Nos reunimos, en las plazas, los miércoles y viernes, algo entre 100 y 120 extranjeros”. Los programas incluyen servicios en español, distribución de comidas y pequeños servicios como cortes de cabello y donaciones de ropa.
“Las primeras necesidades son las materiales”, continúa Éric. “Otra demanda fundamental es el empleo. Lo que más quieren los venezolanos es mantenerse”. El pastor dice que los miembros de la iglesia han dado pequeños trabajos a extranjeros en el mercado informal. Además, durante mucho tiempo, la IIGD ayudó a albergar a estas personas en la región. Según él, el gobierno federal, con la ayuda del Ejército y los ministerios vinculados a los temas sociales, promueve la internalización –el traslado de extranjeros a otras partes del país–, donde pueden integrarse mejor. Estima que la Iglesia de la Gracia ha ayudado a más de 1.000 venezolanos. “Tuvimos muchas conversiones y bautizos entre ellos”, dice el líder.
En Bahía, varios templos de la IIGD fueron movilizados para ayudar a las víctimas de las inundaciones. “La Iglesia abrazó esta causa, trabajando en las calles y en los centros comunitarios”, destaca el pastor Alessandro Santos da Anunciação, de la Iglesia de la Gracia, en Salvador. Es un activista de acción social desde hace mucho tiempo. “Vi lo que la gente necesitaba y me involucré. Desde hace más de cinco años colaboramos llevando alimentos y pañales a los albergues, sopa a los sin techo y canastas básicas”. Cada año, la Iglesia celebra la Navidad sin Hambre con la colaboración de los miembros, quienes recolectan alimentos y donaciones de conocidos y comerciantes. La acción se moviliza en tiempos de escasez, como en las inundaciones ocurridas en el verano. “Nuestro propósito es ayudar”, se entusiasma Alessandro. Conozca más sobre el trabajo realizado: clique aqui
ÁNGELES DE LA ESPERANZA
En los numerosos ministerios de la Iglesia de la Gracia, como los grupos Hombres que Vencen (HQV) y Mujeres que Vencen (MQV), la acción y la asistencia social germinan con más fuerza. Betina Correia da Silva es líder del ministerio MQV en São Lourenço do Sul (RS). Junto a su esposo, el pastor Adriano Correia, puso su mano en este arado hace mucho tiempo. “La obra comenzó en 2010, cuando asumimos nuestra primera Iglesia en la ciudad de Vera Cruz, donde llevamos casi cinco años funcionando. Y continúa hasta el día de hoy. Todos los meses, recaudamos alimentos y hemos bendecido a innumerables personas.” El servicio es de acuerdo a la situación: espiritual, emocional, familiar y financiera. Esta ha sido una prioridad en todo el estado de Rio Grande do Sul. “Nuestros miembros y personal están invitados a participar voluntariamente en acciones sociales. Dicha actividad se realiza a nivel estatal, en conjunto con los ministerios.”
Betina destaca que la pandemia acentuó algunos problemas: “En 2021, recolectamos una gran cantidad de alimentos y todas las regiones se unieron con el objetivo de ayudar a las familias empobrecidas de Porto Alegre”. En su caso, esta actividad es una vocación ligada a la fe. “Desde 2008, cuando entregué mi vida a Cristo, siempre quise ayudar a los demás. Al pasar por necesitados, quería hacer algo, pero eso se hizo realidad cuando asumimos nuestro primer trabajo en la IIGD, donde tuvimos la autonomía para desarrollarlo de manera concreta”. Además de distribuir alimentos y canastas básicas, Betina coordina actividades en su ciudad con el Tendal Solidario, que promueve la donación de ropa y abrigos, y la donación de sangre. “También estamos activos en las campañas de Septiembre Amarillo, para la prevención del suicidio; Octubre Rosa y Noviembre Azul, para concientizar a hombres y mujeres sobre la importancia de la prevención del cáncer”.
Ella nos recuerda que la fe sin obras es muerta, pero las obras por sí solas no salvan a los que las hacen ni a los que las reciben. “Sabemos que solo hay salvación en Cristo. La predicación del Evangelio es el mejor alimento que podemos ofrecer, después de todo, Él es el Pan del Cielo, para saciar nuestra hambre, y el Agua Viva, para saciar nuestra sed”. Sin embargo, señala que el mismo Jesús, en varios pasajes bíblicos, destaca la importancia de ayudar a los demás. “Si podemos hacer algo, ¿por qué cruzarnos de brazos? Ese mensaje es la base de mi llamado”. Una motivación similar une a los hermanos de la Iglesia de la Gracia en Andrade de Araújo, Nova Iguaçu. Ubicada en una de las regiones metropolitanas más periféricas de Brasil, la congregación ha sido vector de solidaridad cristiana. Nova Iguaçu es un municipio populoso que sufre de pobreza, violencia y falta de infraestructura. Al frente de las iniciativas en la región está el pastor Wallace Torquato. “En las calles encontramos personas heridas en cuerpo, alma y emociones. Personas que necesitan alimento, atención y, sobre todo, la Palabra”, afirma.
Wallace y sus colaboradores crearon el grupo Ángeles de la Esperanza, un facilitador de las actividades. A través de él, los miembros de la Iglesia donan alimentos, kits de higiene, ropa y otros artículos que se llevan a los necesitados. El pastor encuentra más sentido a su propia vida y ministerio cuando acoge a los que sufren. “Empezamos este trabajo en 2019. Siempre me atrajo desarrollarlo. Pero, en Andrade de Araújo, la motivación vino del testimonio de un hermano que, por dependencia química, terminó viviendo en la calle, perdiendo la familia y la dignidad”, explica. La historia tuvo un final feliz cuando la esposa de este hombre se convirtió y comenzó a orar por su esposo desaparecido. “Un día lo encontraron, aceptó a Cristo como Salvador y recuperó su vida”, dice emocionado el pastor. “Ante testimonios como este, unos 20 hermanos y yo decidimos rescatar a los perdidos.”
Los Ángeles de la Esperanza llevan la Buena Noticia y la ayuda material a otros lugares concurridos de la ciudad, como la estación de autobuses. “Creo que amar al prójimo nos lleva a mostrar a Jesús y su amor en la práctica”. Wallace reconoce que persisten muchas críticas dirigidas a los evangélicos, pero atribuye buena parte de ellas al desconocimiento de las acciones humanitarias que desarrolla este segmento religioso. “En Nova Iguaçu, la gran mayoría de quienes llevan comida a los sin techo son iglesias evangélicas”, destaca. Concluye recordando la parábola del buen samaritano, contada por Jesús a sus discípulos: “En ella Cristo nos muestra el trabajo social –encontrar a alguien caído y darle de comer, cuidar sus heridas y mostrarle un nuevo camino.”