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MIRADA DE AMOR
Joaquim Carlos conoció a Jesús gracias a la acogida que recibió en la IIGD en Piedade, en la ciudad de Jaboatão dos Guararapes (PE)
Viviane Castanheira
Antes de ser rescatado por Cristo, la trayectoria de Joaquim Carlos de Moura dos Santos, de 35 años, estuvo marcada por el sufrimiento. De niño, fue testigo de la dolorosa separación de sus padres, lo que impactó sus emociones.
Angustiada y preocupada por sus propios problemas, la mamá de Joaquim comenzó a tomar bebidas alcohólicas. Así, gradualmente, se volvió menos atenta a las necesidades de su hijo. Ante el nuevo escenario familiar, el niño se sintió despreciado e inseguro. “Parecía que nadie me quería cerca”, dice, recordando la época en que pasaba unas temporadas con su papá y otras viviendo con su mamá o con su abuela.
A los 15 años, al no sentirse apoyado en casa, el joven se refugió en el consumo de alcohol. Lo que comenzó inocentemente pronto se convirtió en adicción. El joven empezó a beber a escondidas de su mamá e incluso llegó a tomar alcohol etílico. Triste, creía que nadie lo amaba. “Pensaba que estaba bien, pero me vi atrapado en hábitos destructivos”, dice él, quien consiguió un trabajo como vigilante de seguridad en una farmacia.
En la misma época, Joaquim conoció a una persona con la que decidió construir una vida en común. Sin embargo, la falta de sabiduría lo arruinó todo. “No había respeto y la frustración aumentó. Sumergido en problemas, empecé a probar el lanzaperfume y marihuana”, lamenta Joaquim, que se pasaba la noche bebiendo y se quedaba dormido en la puerta del trabajo.
En medio de la soledad y la angustia, Joaquim no sabía cuánto afecto encontraría en el camino. El Creador usó un gesto de cariño para cambiar esa triste historia. La farmacia donde trabajaba Joaquim estaba frente a la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios. Así que no pasó desapercibido para los integrantes de la IIGD: “Ellos pasaban y me saludaban”. La gentil iniciativa trajo alegría al corazón del vigilante. “Pensaba que ya nadie se preocupaba por mí. Pero, esas personas estaban preocupadas por mi bienestar”, se emociona.
Lo que más conmovió a Joaquim fue la simple demostración de amor de un niño, que en la ocasión tenía 9 años. Felipe Leal, ahora con 11, hijo del líder de la iglesia, Pr. Leandro Leal, insistía en hablarle siempre. “Solo subía al auto después de hablar conmigo. La actitud del chico me impresionó. Dios estaba trayendo nuevas personas a mi vida, y eso me hizo disfrutar más hablar con esas personas. Ansioso, siempre esperaba que pasaran para saludarme y decirme: Dios te bendiga o Jesús te ama”, recuerda. Joaquim a menudo trabajaba con resaca. Aun así, los frecuentadores de la IIGD nunca dejaron de saludarlo.
Tal comportamiento cariñoso conmovió al vigilante de seguridad, de modo que él quería estar con esas personas. “Empecé a asistir a los servicios a través del cristal de la puerta. Sollozaba de tanto llorar, cantaba alabanzas y me sentía mejor”, recuerda. La costumbre de asistir a las reuniones por la puerta de vidrio se convirtió en rutina, hasta el día en que decidió entrar. “Me armé de valor y fui a hablar con el pastor. Le conté todo lo que me pasaba y le pedí que me ayudara, porque ya no quería vivir así”, revela.
El Pr. Leandro Leal recibió a Joaquim y lo aconsejó a caminar en la fe. “Me trató como a un hijo, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Sembró una palabra de fortaleza en mi corazón. Mi padre biológico falleció, pero gané un padre espiritual que se llama Leandro”, celebra. “Desde niño, Joaquim enfrentó una batalla en busca del amor, y lo encontró en la actitud de sus hermanos y en las acciones de Felipe, que iba allí, le predicaba y le daba de comer. Esos actos, sumados a la Palabra, hicieron posible que él fuera liberado”, explica el pastor, que está en Pernambuco desde hace seis años y tiene tres hijos.
Liberado, Joaquim ahora sirve al Señor y fue bendecido con una esposa. La colaboradora, Carla Patrícia Dias de Souza Santos, de 34 años, siempre pedía en la oración alguien que amara a Dios sobre todas las cosas y también a ella. Encontró estas cualidades en Joaquim. “Vi el resplandor del Espíritu Santo en él”, dice la promotora de ventas, que tiene dos hijos adolescentes. Carla y Joaquim se casaron y son felices. “Para el honor y la gloria de Jesús, llegó la fecha de mi boda. Ganamos todo, hasta el traje y el vestido de novia. Tardé en creer en lo que Dios me preparó”, se regocija Joaquim. “Cristo me miró de una manera que nunca pensé que alguien lo haría”, se maravilla el vigilante de seguridad.