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LA ÚLTIMA PALABRA ES DEL SEÑOR
A pesar del diagnóstico negativo, Gabrielle usó su fe y hoy sostiene a su bebé en su regazo
Viviane Castanheira
La historia de la autónoma, Gabrielle Gomes da Silva Marinho, de 28 años, hizo que ella y su esposo, el vigilante de seguridad, Valmir da Silva Marinho, de 40 años, cambiaran sus planes para aumentar la familia. Después del nacimiento de su primer hijo, los médicos le dijeron que no debería volver a quedar embarazada, ya que pondría en riesgo su vida. Desde entonces, la pareja ha considerado la posibilidad de la adopción. Pero Dios tenía un plan diferente para ellos.
Fue un largo camino hacia la victoria ya que Gabrielle tenía muchos problemas de salud. En la juventud, empezó a tener ataques epilépticos. El trastorno le causó tanta vergüenza que la joven desconocía la posibilidad de sanarse. Sin embargo, conoció a Valmir, quien le habló del amor de Jesús y de su poder ilimitado, y se casó con este hombre de fe. Gabrielle creyó en el Evangelio y fue liberada: “Hace seis años que no tengo crisis”, celebra ella que entregó su vida a Cristo.
Después de la experiencia con el Señor, la pareja pasó a congregar en la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios en Piedade, en Jaboatão dos Guararapes (PE). Valmir y Gabrielle encontraron en la palabra la gran aliada para superar momentos difíciles, como el diagnóstico de fibrosis hepática –un proceso inflamatorio del hígado–, que podía evolucionar a cirrosis y disfunción tiroidea. A pesar de estar afectada por la noticia, la familia perseveraba: “Presentamos los informes en el altar del Señor”, dice Valmir. No obstante, la situación empeoró. Debido al fuerte dolor, Gabrielle fue hospitalizada. “Los médicos dijeron que no había medicina que pudiera sanarla”, recuerda el vigilante de seguridad. En ese momento, el esposo clamó al Padre y la repuesta llegó: “Se realizaron nuevos análisis, comprobando la desaparición de la enfermedad, y glorificamos a Dios”, dice Valmir.
Antes de ser dada de alta, a Gabrielle, quien también sufría de fiebre reumática y artritis, se le aconsejó que dejara de usar el anticonceptivo para evitar molestias gástricas. “Según el médico, no corría riesgo de quedar embarazada, porque llevaba años tomando la medicación”, explica la autónoma.
Un mes después de la suspensión de la medicina, descubrió que estaba embarazada. La noticia causó alegría y esperanza, pero también temor por el futuro. “Fue una lucha, ya que los especialistas me aconsejaron interrumpir el embarazo”, lamenta ella, quien decidió confiar en Dios: “Dijeron que mi cuerpo no aguantaría otra gestación. Pero no rechazaría al hijo que el Señor me dio”, afirma.
El embarazo fue considerado de alto riesgo, y al quinto mes, Gabrielle pasó nueve días aislada, por taquicardia, crisis reumática y sospecha de covid-19. En ese momento, todo lo que pudo hacer fue clamar al Señor. “Perseveramos en la oración con nuestros pastores y hermanos. Mi fe se fortalecía cuando asistía las reuniones del Dr. Soares y bebía el agua consagrada”, recuerda, quien regresó a casa con la esperanza renovada.
El obstetra habló de la posibilidad de operarse en el séptimo mes de embarazo, pero no fue necesario. Gabrielle estaba bien hasta el noveno. A pesar de la indicación de cesárea, el equipo médico intentó un parto normal. “Por poco, no perdí a mi familia. La situación de mi esposa y mi hijo empeoró. Sus comorbilidades le causaban dolor y era casi imposible escuchar los latidos del corazón del bebé. Después de horas de sufrimiento, se realizó una cesárea”, recuerda Valmir.
En la operación, Gabrielle sufrió un paro cardíaco y tres convulsiones. Daniel nació bien y fue para el cuarto de enfermería con su padre, pero su mamá tuvo que ser entubada y llevada a la Unidad de Cuidados Intensivos. Aprensivo, Valmir entregó la vida de su esposa al Creador. “El médico dijo que estaba en coma y que solo Dios podía salvarla. Así que dije: Mi amada está en buenas manos. Inmediatamente llamé a mis pastores y hermanos en Cristo y les pedí que intercedieran por mí”, recuerda el esposo.
En Santiago 5, versículo 16, la Biblia dice que la oración de los justos puede mucho, y esa palabra se cumplió en la vida de Gabrielle. Menos de 24 horas después de dar a luz, despertó del coma. “Los médicos se sorprendieron, porque pensaron que no me despertaría. Pero, aún con todo el pronóstico de muerte, volví”, celebra, quien permaneció otros cuatro días en la UCI.
Una semana después de dar a luz, la familia regresó a casa con el pequeño Daniel en brazos. “Salí del hospital sin secuelas, y mi hijo nació perfecto, ¡para honra y gloria de Jesús! Solo me queda agradecer a mis pastores, que oraron mientras yo estaba en la sala de parto, y al Dr. Soares, por ser usados por el Señor para fortalecer mi fe”, concluye la mamá de Ágatha, de ocho años, y del pequeño Daniel.