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MAMÁS VIRTUOSAS
Mujeres dedicadas a la familia y la obra del Señor son ejemplos de fe y valor
Viviane Castanheira
En la Biblia, encontramos mujeres extraordinarias y piadosas, pero la descrita en Proverbios 31:10 es realmente virtuosa. El Texto Sagrado, compuesto por enseñanzas de la mamá al rey Lemuel, exalta a las siervas temientes al Señor como referencias a ser respetadas.
El mes de mayo, destacamos la historia de dos guerreras que se dedicaron a los cuidados maternos y espirituales de sus hijos y se enorgullecen de eso. La comerciante jubilada, Ana Amélia Santiago Vieira da Cruz, de 74 años, es una de ellas. Su hijo mayor, Carlos Eduardo Vieira da Cruz, de 50 años, la describe como un ejemplo de mujer: “Ella me enseñó a perseverar en la oración, reproduciendo lo que la Palabra enseña”, se emociona el hijo.
Amélia entregó su vida a Cristo en 1990, después de ver el programa de la Iglesia de la Gracia en Su Hogar, y sigue Jesús desde entonces. El inicio de la caminata cristiana fue penoso. Amélia, su esposo Hugo Vieira, ya fallecido, y sus tres hijos vivían en Itapeva, en el interior del Estado de São Paulo. La residencia de la familia se ubicaba a más de 200km del templo más cerca a la Iglesia dela Gracia, en la Praça da Sé, en Grande São Paulo. Sin embargo, la distancia no fue obstáculo para buscaran a Dios.
Durante ocho años, los cinco viajaban toda semana para participar de las reuniones de Liberación. Eso hasta el día en que la Iglesia fue inaugurada en la ciudad donde vivían. “Fue un sueño”, recuerda la jubilada.
El compromiso con el Señor marcó la diferencia en la trayectoria de Amélia, quien desde el inicio de su conversión ha contribuido a la obra de Dios. “Mi esposo y yo bendecimos el ministerio que nos introdujo al Evangelio. Sentimos el llamado a patrocinarlo en nombre de nuestra familia. Estamos firmes”, enfatiza.
Hamilton Vieira, de 39 años, el menor, tenía solo ocho años cuando comenzó a ir a la iglesia con sus padres y elogia el comportamiento de su mamá: “De niño, observaba sus oraciones, sus ayunos y sus lecturas de la Biblia. Siempre la vi como un ejemplo en mi formación y en mi vocación. Estoy agradecido por la educación que recibí”, celebra Hamilton, quien a los 18 años aceptó su vocación. Actualmente es pastor en la IIGD en Aero Rancho, en Campo Grande (MS): “Mi mamá representa un cimiento de amor, respeto y entrega al Reino de los Cielos y al hogar”, explica. Carlos Eduardo está de acuerdo con su hermano: “Es una mujer que corre la carrera, guardando la fe”, se conmueve el primogénito, apropiándose de la expresión utilizada por el apóstol Pablo en 2 Timoteo, capítulo 4, versículo 7. Carlos Eduardo se congrega en la IIGD en Itapeva desde su apertura en 1998.
Para el empresario, Cláudio Vieira da Cruz, de 47 años, quien también es hijo de la pensionista, la mayor lección que dejó Amélia es su ejemplo: “Siempre he admirado su comportamiento ante la adversidad, con palabras motivadoras y sonriente”, recuerda Cláudio. Él transmite las lecciones que aprendió a sus hijas. “A mis hijas les encanta estar con su abuela. Hay complicidad y ganas de aprender de ella cada día. Mamá juega un papel fundamental en mis decisiones, ya que es una excelente consejera”, destaca el empresario, padre de dos hijas, Júlia, de 21 años, y Laura, de 8.
Feliz con sus elecciones, la jubilada recuerda su historia: “Es maravilloso ver las promesas del Señor cumpliéndose en mi descendencia. La semilla plantada está dando frutos, y sé que todavía vendrán muchos”, profetiza Amélia.
De mamá a hijos
La Pra. Fátima Manghago de Moraes, de 62 años, decidió seguir estrictamente la instrucción de Proverbios 22:6: Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él, y está satisfecha con el resultado. Participó en la inauguración de la IIGD en Santa Maria, en la región central de Rio Grande do Sul, con su esposo e hijos, uno de seis años y otro de ocho meses. “Crie a los niños en la presencia del Señor, enseñándoles y ministrándoles la Palabra. Gracias a Dios, nunca se desviaron del camino”, destaca Fátima, pastora en la IIGD en Torres (RS).
Los padres son el primer modelo a seguir para el niño. Por tanto, los pequeños copian no solo su manera de hablar y andar, sino también sus actitudes y hábitos. En el caso de Daniel Mangago da Silva, de 37 años, su principal parámetro fue el maternal. “La influencia de mi mamá fue fundamental para que me convirtiera en un siervo de Dios, porque ella siempre me enseñó la Verdad. Crecí con esa dirección. Así lo hice, honrándola, como dice la Palabra”, dice el pastor, quien se entregó a Jesús a los 6 años y, a los 11, fue bautizado en agua.
El entusiasmo de la mamá por servir al Creador fue decisivo para que el hijo aceptara su vocación. “Pude ver lo feliz que estaba en obedecer al Altísimo. Así fue creciendo dentro de mí la llamada pastoral. Alabo a Dios por su vida, porque me hizo un hombre responsable, temeroso y dispuesto a hacer la obra del Maestro con alegría”, enfatiza Daniel, ministro de alabanza y pastor asistente en la sede de la Iglesia de la Gracia en Porto Alegre (RS).
El más joven de la familia también asumió el ministerio. Diego Manghago da Silva, de 32 años, es pastor en la IIGD en Canela, Serra Gaúcha: “El ejemplo de mi mamá fue positivo. De niños, aprendimos de su fidelidad a la Palabra. El temor con el que me formaron me hizo perseverar en decir no al mundo”, garantiza el joven, exaltando la determinación de Fátima ante los desafíos. “Ella luchó por nosotros incluso cuando la etiquetaron como fanática. Nunca aceptó nada contrario a la voluntad del Padre”, asegura Diego, quien le dio al pastor tres nietas. “Mis hijos son una herencia del Señor. Estoy feliz de ver que crecieron y se convirtieron en lo que son, no por mi imposición o la de mi esposo, sino por las enseñanzas bíblicas. Estoy orgullosa de la familia que Él me dio. Amo el ministerio de la Iglesia de la Gracia, porque en él hemos sido honrados y guardados para la gloria de Dios”, concluye Fátima, que lleva 18 años al frente del pastoreado.