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UCRANIA CLAMA POR LA PAZ
Meses después del inicio de la guerra, refugiados buscan consuelo en Jesús
Viviane Castanheira
Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin. Se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestes, hambres y terremotos en diferentes lugares (Mateo 24:6,7). Las palabras de Jesús sobre el fin de los tiempos parecen describir el horror que los ucranianos han estado experimentando desde el 24 de febrero, cuando Rusia invadió su país. El enfrentamiento en Europa del Este ha dejado una estela de destrucción, miedo, muertos, miles de refugiados e innumerables heridas en el cuerpo y la mente de la población.
Las tensiones entre los dos países tienen raíces profundas. Ucrania ha sido parte de Rusia durante casi toda su existencia. La primera capital rusa fue Kiev, la ahora capital de Ucrania. En 2014, la toma de la Península de Crimea por parte de los rusos y la aproximación de Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) –creada en 1949, tras la II Guerra Mundial, para impedir el avance de la Unión Soviética en Occidente– intensificó aún más el malestar entre los dos Estados, culminando en la guerra.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 4.000 civiles han muerto en territorio ucraniano desde el comienzo de la invasión rusa. A la fecha de redacción de este artículo, el número de refugiados del conflicto asciende a 6.659.220, según datos de la agencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Del total de registrados, el 94% son mujeres y niños.
Liberación y protección
Ante el dolor y la desesperación, muchos ucranianos buscan consuelo en su fe, a través de las redes sociales y en las iglesias de la región. Este es el caso de la ama de casa, Maria Oniashvili, quien pidió oraciones en la página de Facebook del Dr. Misionero Soares en ruso, para poder salir del país a salvo. Maria ya estaba siguiendo a la Iglesia de Gracia en internet y sabía que encontraría el apoyo necesario en el delicado momento que enfrentaba. Después de tres meses, la ucraniana contó la bendición recibida: “El Señor sacó a mi familia de la ciudad de Bucha sana y salva”, se conmueve quien estuvo en la mira de un francotirador, pero el Altísimo le preservó la vida. La ciudad donde vivía Maria es vecina de la capital, Kiev, y fue blanco de numerosos bombardeos. “Los autos con familias dentro explotaban frente a nosotros. Había innumerables cuerpos esparcidos por las calles y cochecitos de bebé cubiertos de sangre. Ahora estoy en España con mis hijos. ¡El Señor nos salvó! Sobrevivimos a la guerra y la ocupación”, dice la ucraniana, quien, a pesar de estar feliz de haber llegado sana y salva al país, nunca olvidará los horrores que pasó.
Impactada por este escenario sombrío, la IIGD en Rumania ha hecho su parte. Ubicada lejos de la frontera, la Iglesia brinda asistencia espiritual a través de Internet. Desde el inicio del conflicto, la página de Facebook promueve vigilias de oraciones y Lives con más de cinco mil visitas y más de dos mil comentarios. Los mensajes compartidos muestran que si bien la población local es la más afectada, el ataque a Ucrania también despierta la empatía de quienes están lejos del frente de combate. La rumano Nicol Garcia, que vive en Alemania, gritó: “¡Dios nos ayude! ¡Que haya paz en todas partes y que nos entendamos sin importar la etnia! ¡Señor, detén la guerra entre Rusia y Ucrania!”, comentó. Ella no fue la única. Maria Postei también intercedió: “Que Dios tenga misericordia de ese país, de los niños, de las madres, de los padres, de los ancianos, de todos”, escribió durante la transmisión. Eugenia Narcisa, residente en Rumania, clamó a Dios por el presidente ruso: “¡Que Jesús obre en el corazón de Vladimir Putin! ¡Pon tu misericordia sobre él y dale un corazón de carne!”
La oportunidad del cielo
La administradora de la página del Dr. Soares para Hungría, Marta Sibianu, vive en Rumania y, en este momento difícil, trabaja como misionera. Cuenta que en uno de sus viajes en tren a la capital húngara, Budapest, se encontró con muchos refugiados y, allí mismo, predicó el mensaje del Evangelio. “Me llamó la atención la historia de tres niñas. Viajaban a Hungría con solo dos mantas, una pequeña bolsa y agua. Estaban aterrorizados y lloraban mucho. En ese momento compartí con ellas el amor de Dios”, dice Marta, que no oculta cuánto la aflije el sufrimiento de la gente. “Es doloroso ver lo que la guerra le está haciendo a los seres humanos. Es de romper el corazón. Muchos están viajando a cualquier lugar que consideren seguro, aunque no conozcan a nadie en el nuevo territorio”, lamenta.
Martha también habló del amor de Jesús por Viktoria y su hija Liliana de 10 años. Refugiadas, viajaron en tren a Rumania en busca de 90 días de cobijo. “La familia está separada: el esposo de Viktoria permanece en Ucrania mientras ella y su hija buscan un lugar seguro. La niña no puede ir a la escuela y la vida se ha detenido para ellas. Aun así, logran estar agradecidos por todo”, cuenta la administradora de la página, quien también vive los efectos del conflicto. “Toda Europa se enfrenta a un gran desafío. Los países vecinos sienten la presión. La economía está colapsando en todas partes. Las naciones que dependen de Rusia para obtener recursos, como gas para la calefacción, sienten la amenaza. Esta guerra no envuelve solo a rusos y ucranianos. Toda Europa del Este está involucrada, y lo que podemos hacer es pedirle misericordia al Señor, que le ponga fin y nos mantenga a salvo y con vida”. La húngara concluye su testimonio haciendo un llamado: “Orad por los refugiados ucranianos y por el regreso de la paz, en el Nombre de Jesús”, exhorta Marta a toda la Iglesia brasileña.