Nueva Vida en la Gracia de Dios
“No fuimos creados para sentir dolor”
TRABAJO RECOMPENSADO
La empleada doméstica Cleni Kringel conquistó el sueño de la casa propia después de invertir en la obra de Dios
Viviane Castanheira
La casa propia es todavía el sueño de una parte significativa de la población brasileña. Según la encuesta realizada entre el Instituto Datafolha y Censo de viviendas QuintoAndar, el 87% de los brasileños anhelan tener un inmueble que puedan llamar propio. La jubilada Cleni Kringel, de 58 años, ya no forma más parte de esa estadística. “Solo tengo palabras de agradecimiento a Dios, de todo corazón.”
Viviendo hace seis meses en la casa nueva, Cleni cuenta que esta conquista es fruto de una vida de renuncia, oración y fe. Desde que aceptó a Jesús, Cleni clamaba al Señor por esa dádiva. “Hice un voto pidiéndole a Jesús que me bendijera, y Él actuó en mi vida y me dio ese gran regalo”, afirma la mujer que tuvo que enfrentar innumerables dificultades, principalmente después de divorciarse. “Me vi sola y con la responsabilidad de criar y sustentar a mi hijo”, recuerda quien, en algunos momentos, pudo contar con el auxilio de familiares. “Ayudaban cuando podían.”
En aquella época, Cleni conoció a Jesús por intermedio de su abuela. “Dios tocó mi corazón, y, aquel día, hice un voto de nunca más alejarme de Su casa. Con la gracia de Cristo, hasta hoy sigo en Su camino.” La esperanza renació, y Cleni decidió recomenzar la vida en otra ciudad. Entonces, se mudó de Pelotas a San Lourenço del Sur (al sur de Brasil).
Una vez que se encontró en la nueva ciudad, empezó a trabajar y a buscar una iglesia para congregar. “Fue en la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) que aprendí a reivindicar las bendiciones del Señor y la importancia de invertir en el Reino de Dios”.
En la Iglesia, Cleni oyó hablar sobre los patrocinadores –aquellos que aportan mensualmente para la divulgación del Evangelio–, y decidió convertirse en una sostenedora, sin detenerse por sus condiciones financieras. “Como empleada doméstica, ganaba poco, pero Dios honró mi fidelidad”, explica. Empezó a guardar dinero para realizar el sueño: “Fueron nueve años de sacrificios, sudor y trabajo, y recibí esta gran victoria, tengo un hogar ahora”, se emociona. “¡Alabo al Señor por esta bendición! ¡Después de que consagré el pedido de mi casa propia, Dios actuó de una manera maravillosa!”, testifica la jubilada, destacando aún la fidelidad incondicional del Señor. “Puedo dar testimonio de que Dios es fiel y siempre atenderá nuestras oraciones.”