Trabajo recompensado
Corazón de mamá
“NO FUIMOS CREADOS PARA SENTIR DOLOR”
Isabella nació con una malformación en el pie derecho, pero fue sanada por Jesús
Viviane Castanheira
La abogada Isabella Borges Ramos, de 26 años, nació con una malformación ortopédica conocida como pie torcido congénito (o pie zambo). Los niños que presentan esta condición tienen los pies encorvados para adentro, con poca movilidad en las articulaciones del pie y del tobillo. A pesar de que las evidencias apuntan a factores genéticos, Isabella nunca supo de un caso en su familia. “Nací con el pie derecho torcido, que parecía una bolita. Pasé por cuatro cirugías: la primera, a los ocho meses y, la última, a los 12 años.”
Según Isabella, los procedimientos quirúrgicos resolvieron el problema en parte: “El pie ‘se corrigió’. Sin embargo, yo no era capaz de apoyarlo totalmente en el suelo. Y por ello, crecí cojeando y apoyaba el peso de todo el cuerpo en el pie izquierdo.” Como consecuencia de esta deformación en el pie, la pierna derecha de Isabella no se desarrolló de forma correcta, y la joven comenzó a notar una diferencia de tamaño entre las dos. “Simplemente, aprendí a vivir con el dolor frecuente, cojeando y apoyándome tan solo en el pie izquierdo”, lamenta.
Como miembro de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios en Belford Roxo, ciudad de la región del RIo de Janeiro, Isabella siempre creyó que Dios, un día, la sanaría. ¡Y ese día llegó! El viernes, el 6 de mayo de 2022, ella decidió, de última hora, participar de una de las reuniones en la sede de la IIGD en Madureira, un barrio de Rio de Janeiro. Ese día estaba predicando el Pastor Rogério Portigo, líder estatal de la Iglesia. “Fue usado para recordarme de que, en la cruz, Jesús hizo todo lo que tenía que hacer por nosotros. Durante la oración de la fe, sin percibirlo, me quité el zapato del pie derecho y oré con el pastor.” Después del clamor, Isabella oyó al ministro del Evangelio liberar una bendición sobre la vida de una mujer. Al oír esta afirmación, Isabella tomó pose de esa palabra. “El pastor declaró que el dolor que esa mujer sentía no volvería nunca más. Al oírlo, le dije a Dios: ¡Tomo pose de esa bendición también!”
Después de la declaración de fe, Isabella constató el milagro. “Me volví a calzar el zapato y percibí que ya no me incomodaba ni me dolía. Pude estar de pie, apoyando los dos pies en el suelo, por primera vez en 26 años”, celebra la joven, que anduvo de un lado para el otro, admirada por el milagro que acababa de recibir. “No sé decir qué pasó, solo sé que estoy sanada”, se emociona.
Desde entonces, la rutina de la joven fue transformada. “Antes, me despertaba sintiendo un dolor intenso. No podía correr o moverme con agilidad. Hoy, camino, corro y hago todo sin limitaciones. ¡No fuimos creados para sentir dolor, el Señor Jesús ya llevó sobre Sí todas nuestras enfermedades!”, finaliza la colaboradora y líder de jóvenes en la Iglesia.