Test – Enero – 2022
Cinturón negro en la fe
UN MILAGRO LLAMADO HELENA
La mano del Señor condujo el embarazo de la comerciante, Soraia Maria, en plena pandemia del covid-19
Carlos Fernandes
La administradora y comerciante, Soraia Maria Rocha de Melo, estaba recién casada cuando quedó embarazada en 2019. Sin embargo, tres meses después del descubrimiento, perdió al bebé: “Entré en depresión. Lloraba día y noche”, recuerda. En ese momento, los padres de la niña, miembros de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD), hacían propósitos de oración a su favor. No obstante, Soraia no estaba tan comprometida. “Recuerdo el primer Día de la Mamá después de la pérdida del bebé, mi padre me preguntó si oraba por esa causa. Un poco más de un año después, descubrí que estaba embarazada nuevamente”.
Era agosto de 2020, el apogeo de la nueva pandemia de coronavirus. “Tenía un poco de miedo, porque mi milagro estaba ahí en mi vientre, pero no podía dejar de trabajar, porque trabajo en el comercio”. Todo fue bien durante la mayor parte del embarazo, hasta que, en febrero de 2021, en la segunda ola de covid-19, Soraia se infectó. “Un sábado me desperté con la nariz tapada, dolor en el cuerpo y cansancio, como si viniera una gripe fuerte”. Por si acaso, la comerciante se aisló en su casa y, el lunes siguiente, llegó la confirmación: salió positivo para la enfermedad que, para entonces, ya había matado a casi 300.000 brasileños.
Soraia se mantuvo firme todo el tiempo que pudo. “Sabía que si Dios hubiera permitido que ese niño fuera concebido, Él sería fiel en cumplir Su promesa”. Mientras tanto, la futura mamá sentía que le faltaba el aire, uno de los síntomas más preocupantes de esta infección viral. Ante la solicitud de una tomografía computarizada, tuvo dificultades para realizar el examen, debido a su avanzado embarazo. “Sin poder tomar medicamentos, solo me mantuve con una dieta saludable y mucha fe”, confiesa. Al mismo tiempo, había oración a su favor en la Iglesia de la Gracia. La noche siguiente se sintió muy mal. “Estaba afligida, y mis fuerzas se acabaron, pero busqué al Señor y puse el aceite ungido sobre mi vientre”.
Después de eso, Soraia se durmió y sucedió lo extraordinario. “El otro día me desperté mejor”. Después de los 15 días de aislamiento, un nuevo examen reveló la sanidad. Poco a poco, Soraia reanudó cuidadosamente su rutina. “Volví al trabajo, pero en la madrugada del 20 de marzo, Helena dio señales de que quería venir al mundo”, bromea. La pequeña nació sana y es la alegría de Soraia y de su padre, Leonardo, así como de toda la familia. “Dios hizo algo maravilloso en mi vida y lo sigue haciendo todos los días”, celebra.