“¡Se acabó el sufrimiento, pues Jesús me sanó!”
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EL PODER DE LA ESPOSA QUE ORA
Daniela clamó y su esposo quedó liberado de la drogas
Viviane Castanheira
Cualquiera que tenga o haya tenido el placer de vivir con sus abuelos sabe lo importante que son estos vínculos. Además de contribuir al desarrollo emocional, intelectual y afectivo de sus nietos, los abuelos pueden transmitirles la fe. En su segunda carta a Timoteo, el apóstol Pablo alude al tema: Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también (2 Timoteo 1:5).
Al igual que Timoteo, Daniela Cristina Dias, de 41 años, originaria de Minas Gerais, quedó impactada por el testimonio de su abuela. Observaba a Doña Maria de Lourdes que veía el Programa Show de la Fe y practicaba la Palabra. Ante este ejemplo, Daniela buscó una experiencia con el Creador. Luego, a los 25 años, confesó a Jesús como su Salvador y comenzó a frecuentar la Iglesia de la Gracia en Congonhas (Minas Gerais, Brasil).
Al inicio de su camino cristiano, Daniela conoció al conductor Clarindo Rodrigues Castro, de 41 años, con quien se casó. Un hombre marcado por el sufrimiento desde la niñez, cuando perdió a sus padres y vivió en la calle con sus siete hermanos. “Cuando era adolescente, me metí en las drogas”, recuerda. “Era adicto, pero no exageraba. Sin embargo, después de casarnos todo cambió. Nuestra vida se volvió un infierno, porque ese consumo lo volvía agresivo”, recuerda Daniela, quien tuvo que vivir con los celos excesivos de su pareja: “Pensé que me estaba engañando. Llegué a buscar debajo de la cama al supuesto amante”.
Mientras Clarindo temía ser traicionado por su esposa, Daniela se mantuvo firme en su intención de llevarlo a conocer al Cristo que lo liberó: “Cada vez más me establecía en la casa del Señor y mi abuela me ayudaba en la oración. Oraba, ayunaba y ungí la ropa de mi esposo, consagrándola a Dios y pidiendo su liberación”. Los esfuerzos de la esposa surtieron efecto. “El Señor estaba obrando en el corazón de Clarindo. Cuando se puso la ropa ungida, dijo que le ardía el cuerpo. Era la unción divina actuando”, relata Daniela.
“Mi esposa me invitaba para ir a la iglesia. Tenía ganas de aceptar la invitación, pero me negaba. Un día, me preparé, le dije que iba a ir. A partir de ese momento nunca más quise alejarme de la presencia de Dios. Llegué a conocer la Palabra y me mantuve firme en Jesús. Hoy sé que Él existe”, celebra Clarindo, liberado hace 16 años. “El Señor lo es todo para mí. Si no fuera por Él, mi destino sería la cárcel o el cementerio. Ni siquiera tendría a mi familia: mis dos hijos, Natan, de 15 años, y Felipe, de 13, y mi amada esposa”. Daniela también celebra la bendición recibida: “Clarindo es un gran padre. Estoy muy orgullosa de él. Estoy agradecida por esta liberación. Dios es maravilloso. Hay que creer y buscar, porque el Señor hace la obra”, se emociona.