Tenga fe, no se queje
Dios misericordioso
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“MI ESPOSA INTERCEDIÓ POR MÍ”
Adriano Albino liberado y feliz tras encontrarse con Cristo
Viviane Castanheira
Adriano Albino da Silva, de 40 años, disfruta de paz y está feliz con su familia, pero no siempre fue así. A los 14 años, comenzó a consumir drogas y anduvo por un camino normalmente sin salida. “Utilicé varias sustancias y llegué a hundirme a un más. Me enredé en la prostitución y en cosas ilícitas; todo por la droga”, dice él.
La dependencia química es un problema de salud pública, que provoca daños personales y colectivos. Adriano vio cómo su casa se deshacía, ya que su pareja y su hija dejaron de confiar en él. “Mi relación terminó por estas circunstancias”, recuerda, quien también vio sacudido el vínculo afectivo con sus padres. “Ellos no tenían discernimiento espiritual. No sabían que había una casta de demonios sobre mí”, lamenta.
Tiempo después, Adriano conoció a la vendedora Guiomar Maria da Conceição, de 57 años, el contrapunto espiritual de esta historia. “Me dijo que usaba drogas para relajarse y confesó sus equívocos”, revela Guiomar. Ante tales relatos, comenzó a cuestionar si valía la pena relacionarse con Adriano.
El jefe de obras creía que tenía control sobre la compulsión. Así que le prometió a Guiomar que no recurriría a la sustancia, así que fueron a vivir juntos. “Me respetaba y no usaba drogas cerca de mí”, dice ella. De este modo, creía que su pareja había superado el problema. Sin embargo, Adriano rompió su promesa y volvió a los viejos hábitos. “Mi vida se convirtió en un infierno. Pero, no quería separarme, porque lo amaba”, confiesa, quien muchas veces desconocía el paradero de su pareja. Aunque alejada del Evangelio, la vendedora conocía el poder divino y suplicaba la intervención del Señor.
Mientras Adriano se consumía, Guiomar trataba de ayudarlo. La solución vino a través del Show de la Fe. Fortalecida, decidió ir a la Iglesia de la Gracia: “Escuché la Palabra de Dios y comencé a asistir a las reuniones y a ver el programa”, explica.
No obstante, la situación parecía empeorar. En agosto de 2011, Guiomar llegó de la Iglesia y encontró la casa completamente desordenada. “Rompió varios objetos, tiró comida en el patio, y hasta el portón de hierro se dañó”, recuerda. Sabía que su esposo lo había hecho. A pesar de su desesperación, Guiomar se arrodilló y clamó a Jesús. “Empecé a llorar diciendo que necesitaba la acción de Dios, porque ya no podía más”, recuerda.
Tras el clamor, Adriano regresó a casa y Guiomar temió por su vida: “Estaba fuera de sí. Tomó un cuchillo y comenzó a decir palabras terribles”, revela. Aturdida, procedió a hacer declaraciones de fe. “Empecé a determinar que Dios no dejaría que me hiciera nada. Después de las amenazas, Adriano dijo cosas que no tenían sentido, pero logré salir corriendo”, cuenta la vendedora. Ese día, recibió una flecha ungida en la iglesia y apuntó a su esposo. “Me ordenó que quitara la flecha de cerca de él y amenazó con prender fuego a todo. Pero insistí y lo toqué con el objeto”, cuenta. “Adriano gritó diciendo que estaba quemando, pero seguí orando y reprendiendo a las fuerzas del mal. De repente, se desmayó en el suelo”.
Guiomar dejó la casa como estaba. Al día siguiente, lúcido, Adriano se asustó por los daños, ya que no recordaba lo sucedido. “En el dormitorio, Dios le dijo que ese era un camino sin retorno. Oyó claramente la voz del Señor y pensó que yo estaba diciendo algo. Así que salió decididamente de la habitación y fue a la iglesia conmigo”. Después de esta experiencia, el jefe de obras nunca más dejó a Jesús. “Mi liberación no fue fácil; usaba drogas fuertes, pero no necesité tratamiento. La sangre de Cristo me purificó”, dice emocionado, quien recibió todo el apoyo de la Iglesia. “El pastor me acompañó, me evangelizó y me aferré a la Palabra. Me casé con Guiomar y tres meses después nos bautizamos juntos. Mi esposa intercedió por mí. Me mantuve firme con Cristo y me presenté para servirle”, dice Adriano. Hoy, la pareja sirve a Dios en la IIGD y trabaja en la evangelización.