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FAMILIA E IGLESIA EN SINTONÍA
La pastora Nildivane Gomes necesitó sabiduría para administrar el ministerio y los cuidados del hogar
Viviane Castanheira
Esposa, mamá y pastora. Después de aceptar el llamado de Jesús, el mayor desafío de Nildivane Gomes Santos Gaspar, de 52 años, fue conciliar sus responsabilidades y mantener su individualidad. Su historia con Cristo comenzó en el año 2000, cuando oyó un equipo de evangelismo en el hospital donde su esposo, Jodomi Mendes Gaspar, de 54, estaba internado. “Hablaron de un Dios que podía sanar, entonces decidí buscarlo, y mi esposo fue sanado”, cuenta ella, que empezó a seguir a Jesús acompañada por los dos hijos, León y Lucas, de siete y tres años respectivamente, en ese entonces.
Tres años después, conoció la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) en São Luís, capital de Estado brasileño de Maranhão, se apasionó por el ministerio y empezó a servir al Altísimo. “Al año siguiente, comencé a hacer la obra del Señor como voluntaria y, hoy, soy pastora para la gloria de Dios”, explica.
Nildivane dijo sí al llamado divino sin saber cómo administraría su casa, pero segura de que Dios la ayudaría. Desde entonces, decidió buscar sabiduría para poder asumir su ministerio con excelencia, sin descuidar sus funciones de mamá y de esposa de un hombre que aún no había abrazado la fe en Jesús. La oración dio sus frutos. Jodomir empezó a respetar la decisión de la mujer y a colaborar en las tareas domésticas. “Tuve que dejarle más tareas a mi esposo, que lo aceptó de buen grado”, se alegra ella.
La concordancia entre los dos ayudó a hacerles frente a los obstáculos. Después del fallecimiento de su hermano, Nildivane adoptó al sobrino, Wanderson de Jesus, de apenas dos años. Las responsabilidades aumentaron, pero, en ningún momento, la familia se desesperó.
Determinada, la predicadora de la Palabra no dudó en aceptar otro desafío que la haría pasar más tiempo fuera de casa: Nildivane asumió el compromiso de impartir, una vez por semana, en el municipio de Pedreras, a casi cinco horas de su residencia en San Luiz. El esfuerzo valió la pena. El trabajo prosperó, y en la Iglesia hizo falta un pastor en tiempo integral. La noticia renovó las fuerzas de la pastora. A pesar de recibir el apoyo del esposo, Nildivane se preocupaba por el hecho de que él aún no había aceptado a Jesús. Por eso, intensificó sus oraciones. “Pedí a Dios que tocase el corazón de mi esposo. Si era yo la elegida para hacer la obra en esa ciudad del interior, quería que fuera con él convertido a mi lado”, explica ella. Poco tiempo después, Jodomir empezó a frecuentar las reuniones de fe, con deseos de conocer a Cristo. “El pastor dijo que si una persona quería ver a su familia prosperar, tenía que aceptar a Jesús como su Salvador. Era lo que más quería, entonces Lo acepté”, recuerda el esposo. “Vi el cambio en él y entendí que era el momento de aceptar el desafío de Dios”, constata la pastora, que se mudó al interior con la familia. Su nueva vida en el nuevo lugar los fortaleció. “Estábamos lejos de nuestros parientes y amigos, y eso nos unió aún más”.
Sin embargo, ellos no sabían que enfrentarían días tempestuosos. León, el primogénito, fue diagnosticado con síndrome de Takayasu –enfermedad crónica que afecta la mayor arteria del cuerpo humano, la aorta. La noticia entristeció a sus padres, principalmente por saber que el hijo estaba apartado de Jesús. “Siempre fue un buen muchacho, pero se desvió del camino y se fue a vivir solo a São Paulo”, lamenta la mamá, que no perdió la fe y comenzó a clamar por la sanidad y por el reencuentro de León con Cristo. El joven tuvo que ser operado, y el problema fue controlado. Sin embargo, en julio de 2021, la enfermedad volvió, esta vez alcanzando el abdomen. Nildivane viajó para ver al hijo, que estaba en la Unidad de Terapia Intensiva aguardando una nueva cirugía, y lo encontró cambiado. “León pidió perdón por todo lo que hizo. Juntos oramos, y él se reconcilió con el Señor. En aquel instante, los pactos anteriores se rompieron, y entonces dijo que estaba listo para que lo llevara Dios”, se emociona la mamá al contar el hecho. León pasó por la cirugía, sin embargo, no resistió.
El dolor de la pérdida del hijo, de 29 años, no desequilibró a la familia, que buscó consuelo en el Altísimo. “La partida de Léon fue una lección para mí. En medio de ese sufrimiento, vi el amor de Dios por él, ¡qué fue rescatado por Cristo y llevado junto al Señor!”, asegura la mamá.
La pareja también tuvo que aprender a lidiar con la emancipación de los demás jóvenes de la casa. Lucas y Wanderson se mudaron a la capital de Maranhão, para poder seguir estudiando. “Fue un período difícil, pero necesario. Están lejos físicamente, pero nunca nos alejamos emocionalmente”, explica la mamá, que se alegra al contar que ellos nunca renunciaron de la fe y frecuentan juntos la IIGD en São Luís.
Los muchachos reconocen el sacrificio y el esfuerzo de Nildivane. “Es difícil estar lejos. Mi mamá me ayudó a forjarme el carácter, no solo a través de la Iglesia, sino también a través de su ejemplo como persona. Es la materialización de una cristiana genuina ante de mis ojos, todos los días”, asegura Lucas, de 26 años.
Wanderson, de 19, concuerda con el hermano. “Pensaba que Dios tenía que darme un padre, pero lo que yo necesitaba era una mamá que me entendiese y cuidase de mí, y el Señor me la dio. Es increíble. Yo la veo como un símbolo de fuerza”, se emociona Wanderson.
Jodomir admite que acompañar el ministerio de la esposa fue complicado y, sin embargo, compensador: “Fue difícil dejar todo atrás. Aprendí el verdadero significado del Id de Jesús. Cada ciudad por donde pasamos fue un aprendizaje para nosotros”, resalta. La pastora expresa su contrición: “Solo tengo agradecimiento para expresarle a Dios y a mi familia por el privilegio de ser ministra del Evangelio. El cuidado hacia los míos nunca fue un obstáculo para hacer la obra del Señor. Ser mamá, esposa y pastora siempre estuvieron en sintonía en mi vida”.