Bendición completa
Amor al prójimo
COMPARTILHE
“EMPECÉ A CLAMAR AL SEÑOR QUE ME SACARA DE ESTE INFIERNO”
Adicto a las drogas desde los 14 años, Vanderlei de Sousa fue transformado por Jesús
Viviane Castanheira
Según la Encuesta Nacional de Salud Escolar (PeNSE), realizada en colaboración con el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el número de jóvenes y adolescentes que tuvieron contacto con drogas ilícitas en edad estudiantil es elevado. Según la encuesta difundida en 2021, de los 11,8 millones de estudiantes de colegios públicos y privados de entre 13 y 17 años, el 13% ha consumido alguna sustancia de este tipo en algún momento de su vida, y el 34,6% probó su primera dosis de alcohol con menos de 14 años.
Al igual que los adolescentes de la investigación, Vanderlei de Sousa Silva, de 29 años, oriundo de Pernambuco (Brasil), comenzó a usar drogas muy temprano, a los 14 años. El conductor del camión de carga vivió en dependencia durante 11 años y experimentó diferentes tipos de estupefacientes. Lo que comenzó como un placer momentáneo pronto convirtió a un joven feliz en un adicto a las drogas. “Fumaba de vez en cuando, pero empecé a usarlo a diario, por la mañana, por la tarde y por la noche”, lamenta Vanderlei, quien tomó actitudes inconsecuentes para sustentar la compulsión. “Empecé a traficar marihuana, cocaína, crack y otras sustancias. Contrabandeaba todo lo que te puedas imaginar. Además, me hice algunos enemigos que querían matarme”, cuenta quien fue arrestado tres veces por la policía.
A medida que la adicción fue progresando, Vanderlei vivió momentos difíciles que le hicieron recordar las intercesiones de su madre. Entonces, el joven empezó a pedir ayuda divina. “Me di cuenta de que si dependía de mí, no me liberaría. Aun sin conocer a Jesús, recordé las oraciones que mi mamá hacía por mí antes de dormir y comencé a clamar al Señor para que me sacara de ese infierno”.
El rescate
El clamor de Vanderlei se escuchó de forma inesperada. A través de Internet, conoció a Maria Fernanda Santiago Caetano, de 20 años, y ambos comenzaron a salir. Miembro de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) en Vitória de Santo Antão (Pernambuco), desde su infancia, la chica lo invitó a su novio a asistir a los servicios, incluso sin saber su implicación con las drogas. “Se resistía a aceptar mis invitaciones, pero a los seis meses terminó cediendo”, dice Fernanda.
Vanderlei fue vencido por la insistencia de su novia. “Al principio, no quería oír hablar de la iglesia. Sin embargo, Fernanda sintió la orientación de parte de Dios para buscar por mi vida. No se dio por vencida y me invitaba a todas las reuniones, eventos y a todos los propósitos que hacían en la congregación”, asegura el conductor. Las visitas a la IIGD hicieron cambiar de opinión al joven, que entregó su vida a Cristo en su casa, viendo una película evangelizadora. “Parecía que la película me hablaba, ¡era precioso! Le conté a Fernanda la noticia y al día siguiente fuimos juntos a la casa de Dios. A partir de ese momento, nunca dejé la presencia del Señor”, se emociona.
Testimonio vivo
Tras entregarse a Jesús, Vanderlei fue liberado, bautizado y se convirtió en un testimonio vivo del poder de Dios en su hogar. “Al ver los cambios que Cristo obró en mí, mi familia se convirtió. Primero mi madre, luego mi hermano y mi cuñada. Los que todavía no tienen a Jesús como su Salvador se están acercando a él. Siempre aceptan mis invitaciones para ir a los programas de la iglesia, y creo que se mantendrán firmes en el Señor”, opina.
La empleada doméstica Cícera Maria de Sousa, de 49 años, madre de Vanderlei, cuenta que, incluso después de la conversión de su hijo, era reacia a acompañarlo a los servicios. “Sufrí demasiado al ver a mi hijo perdido y, aun no siendo evangélica, recé por su vida. Cuando se convirtió, fue una alegría. Sin embargo, no creí que yo también lo necesitara. Vanderlei me insistió durante un año para que fuera a la iglesia, hasta que decidí aceptar la invitación y nunca dejaré este camino», dice Cícera, que lleva casi tres años en el IIGD de Santo Antão con su familia.
Feliz por la nueva vida en Cristo, el joven declara: “Jesús me cambió de agua a vino; soy otra persona, gracias al poder transformador del Altísimo”. Vanderlei se casó con Fernanda, y los dos son padres del pequeño Haylan Santiago, de un año y siete meses. “El Señor escuchó mis oraciones. Vanderlei es un gran marido y un padre cariñoso. Fue moldeado por Cristo y es la persona que siempre le pedí a Dios”, concluye Fernanda.