Misiones Globo – Costa de Marfil
Más del Señor
EL PODER DEL PADRE QUE ORA
Ivair clamó por su hija Juliana, que tenía una enfermedad grave en la piel, y Dios la libEró del mal
Viviane Castanheira
“Dios me mostró una luz al final del túnel. Él me hizo creer en la vida y entender que todo tiene su tiempo.” La frase de la joven Juliana Belmiro de Souza, de 23 años, es fruto de una experiencia sobrenatural.
Juliana, a quien le diagnosticaron bronquitis y asma al mes de haber nacido, siempre oyó de su padre, el carpintero Ivair Teixeira de Souza, de 49 años, que su infancia fue marcada por muchas enfermedades. El problema se agravó cuando la joven cumplió 16 años. “Empeoraba día tras día. Una mañana, me desperté tan mal que mi padre decidió viajar de Torres, donde vivíamos, para buscar ayuda médica en Criciúmam, una ciudad de otro estado de Brasil”, recuerda la chica, que tenía asma cutánea o dermatitis atópica –una enfermedad crónica que causa inflamación de la piel, generando lesiones y picazón.
Siguiendo las recomendaciones médicas, Juliana inició un tratamiento, pero no logró el efecto deseado. “Además de que no funcionaban, los procedimientos me hacían correr un alto riesgo de contraer leucemia”, explica Juliana. Angustiado e disconforme con la salud física, emocional y espiritual de la hija, Ivair clamó a Dios y pidió oración en la Iglesia de la Gracia en Achicharres. “Clamaba por la sanidad y conversión de mi niña”, recuerda el carpintero.
En aquel momento, Juliana enfrentaba el momento más crítico del disturbio. Desarrolló escamas en el rostro y varios abscesos por el cuerpo, que limitaban los movimientos de los brazos, del cuello y de las piernas. “Estuve un tiempo sin poder caminar. Dejé de ir al colegio y tuve que dejar mi primero empleo. Entré en depresión y perdí la voluntad de vivir”, confiesa Juliana, que le preguntaba a Dios el motivo de tal sufrimiento.
Con confianza en que Jesús resolvería el problema, Ivair intensificó las invitaciones para que la hija participase de los cultos de la IIGD con él. Al principio, la joven se resistía, pero, un tiempo después, aceptó ir. “Un domingo por la mañana, la invité. Me sorprendí cuando aceptó. Sabía que Dios tenía una vida maravillosa para ella”, afirma el carpintero. Juliana reconoce que el padre fue usado por el Creador para llevarla al templo. “Dios usó a mi padre. Sentí que Jesús me llevaría hasta allá para darme las respuestas y mostrar que Él siempre estuvo a mi lado y renovaría mi fe.”
Juliana no sabe explicar qué le pasó en aquel culto, sin embargo, afirma haber vivido una transformación. “Todo cambió desde ese momento. El Señor me tomó de la mano y me llevó hasta su casa. De allí en adelante, empecé a mejorar. Día tras día, percibía cómo los dolores iban disminuyendo y mi ánimo crecía. Sentía la sanidad cada vez más próxima”, se alegra la joven, que se convirtió al Evangelio.
Ivair relata que el cambio de la hija se podía percibir al día siguiente. “Juliana ya se levantó de la cama con buen ánimo e incluso fue pasear. Mi niña empezó a mejorar”, se emociona Ivair, que también fue transformado y bautizado en las aguas.
Dos años después, restaurada, Juliana se mudó a la ciudad de Florianópolis y se firmó en Cristo. “No tengo palabras para decir cuánto me orgullezco de mi padre, mi mejor amigo, que estuvo presente en esos años difíciles. Él me presentó la casa de Dios y me incentivó a continuar el camino hermoso que el Señor dispuso para mí”, agradece Juliana.