Bendición sostenible
Misiones Globo – República Dominicana
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PROBADA POR EL FUEGO
Al confiar en Dios, Ana Lúcia sobrevivió, sin secuelas, a graves quemaduras
Carlos Fernandes
Un accidente doméstico ocurrido en marzo de 2020 tuvo consecuencias terribles para Ana Lúcia de Freitas Pinto, de Canoas, ciudad del sur de Brasil. “Estaba friendo pasteles cuando golpeé la sartén con el codo y, entonces, se me cayó el aceite hirviendo sobre el cuerpo”, recuerda. Sufrió quemaduras de clasificado segundo y tercer grado, que se extendían de la cabeza a los pies.
Ana Lúcia fue llevada de prisa al hospital e inmediatamente internada. Tenía ampollas y sentía mucho dolor. Las perspectivas eran que necesitaría un largo tratamiento. Y que, probablemente, quedaría con secuelas en el ojo, la boca, las manos y los pies. Podía, incluso, enfrentar dificultades para caminar. En medio a la desesperación de la familia, Ana, que hace 21 años frecuenta la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios, solo tenía una certeza: que el Señor estaba al mando de todo. “Buscaba a Dios el tiempo todo, Le pedía fuerzas para sobrellevar esa situación.”
La internación duró cerca de un mes. Durante ese tiempo, Ana Lúcia fue sometida a cuatro cirugías y estuvo entubada durante un periodo. Cuando estaba consciente, clamaba a Dios, y en la Iglesia, mientras tanto, había constantes oraciones por su mejoría. Cuando recibió el alta, restaban algunas dudas: ¿Podría cerrar el ojo derecho? ¿Le volvería a crecer el cabello, ya que una parte significativa del cuero cabelludo había resultado quemada? Además de esas incertidumbres, Ana enfrentó una complicación más al reinstalarse en su casa: una infección seria, provocada por bacterias fuertes, amenazaba su recuperación.
“En medio a todo eso, Dios me dio una palabra específica de que todo terminaría bien”, cuenta Ana, que, además de colaboradora voluntaria y patrocinadora de la obra de Dios, coordina el grupo Mujeres que Vencen (MQV) en su congregación. “Yo oraba con mi familia y participaba de los clamores con el Dr. Soares por la TV.”
Las heridas empezaron a cicatrizarse, y el cuadro general fue mejorando. De todas formas, el pronóstico era reservado en lo que se refería a posibles limitaciones físicas como consecuencia del accidente. Sin embargo, la fe que Ana Lúcia depositó en Dios, probada por el fuego, triunfó. “En siete días, tuve el alta definitiva, para no volver nunca más al hospital”, celebra. “Hoy, camino bien, tengo pleno movimiento en los pies, movilidad en el ojo, y mi cabello volvió a crecer.” De todo, una certeza parece la más fuerte: “En ningún momento, dudé del poder divino”.