Oración del Patrocinador – 53
¡Adora al único Dios!
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LA CASA PROPIA ES UNA REALIDAD
Maristela y su esposo Adriano realizaron el sueño a través de las campañas de oración de la IIGD en Catanduva (São Paulo, Brasil)
Viviane Castanheira
Estudio apunta que el sueño más grande de los brasileños es tener una casa propia. De acuerdo con el instituto Datafolha, el 87% de los brasileños creen que tener un hogar es más importante que la estabilidad financiera. La auxiliar de producción Maristela Dias Barboza, de 40 años, y el pastelero Adriano Rodrigues Damatta, de 37, formaban parte de esa estadística.
Maristela y Adriano, que están juntos hace tres años, anhelaban adquirir no cualquier inmueble, sino una casa a la venta en el barrio donde ya vivían – y que atendía a todos los deseos de la familia. “Pensábamos que sería muy bueno poder seguir en el mismo barrio. Sin embargo, no teníamos dinero para dar ingreso a la financiación de la casa, y por eso era casi imposible que nos otorgaran el crédito”, cuenta Maristela.
La historia de amor de los dos comenzó con una invitación para visitar una iglesia. Maristela ya profesaba la fe en Jesús y estaba firme en un ministerio cuando convidó a Adriano para participar de uno de los cultos donde ella congregaba. Él no aceptó, pero la invitó a una reunión de fe en la sede de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) en Catanduva, interior de São Paulo, donde viven hasta hoy. Maristela aceptó, y, ese día, Adriano le entregó la vida a Jesús. Se pusieron de novios y nunca se alejaron de la IIGD. “A mi esposo le encantó la Iglesia de la Gracia y al poco tiempo se bautizó. Hoy, es colaborador. Yo también fui ascendida a colaboradora hace poco.”
En la sede de la IIGD de Catanduva, la pareja encontró las enseñanzas para buscar en Dios la bendición que anhelaban. “No teníamos dinero para entregar como entrada para el inmueble, ni tampoco para solicitar la documentación. Y a pesar de tantas dificultades, fui al banco para pedir la financiación. Pensé: voy a preguntar qué pueden hacer por nosotros”, cuenta la auxiliar, que pudo reunir documentación necesaria y fue atrás de su propósito. “La persona que me atendió en la agencia dijo que lo intentaría, pero no podía asegurarme nada, porque iba a ser muy difícil. Entregamos la documentación y aguardamos”, recuerda.
Mientras esperaba el análisis de los documentos, la pareja se mantuvo firme en la fe orando para que Dios abriera las puertas del negocio. “Comenzamos una campaña en la Iglesia llamada No voy a tirar la toalla. Mi esposo dijo que iba a participar porque sin dudas íbamos a ser bendecidos por el Señor. Apenas levantamos la toalla, recibimos una llamada del banco diciendo que era posible hacer la financiación”, relata. La alegría que invadió a la pareja duró poco. Horas después de la llamada, recibieron un mensaje para informarles que había algo equivocado en la documentación. “Era para poner a prueba nuestra fe”, se lamenta Maristela.
Sacudidos por la noticia, pero sin perder la fe, iniciaron una nueva campaña de oración. “Faltaban siete días para la Santa Cena, entonces, debíamos colocar siete pedidos a los pies del Señor hasta la celebración. Mi primer pedido fue: firmar el contrato de la casa”.
Dos días después de regularizar la documentación, la pareja llamó para informarse sobre el proceso y fue agraciada con la noticia que tanto anhelaban recibir. “¡Nos invitaron para firmar el contrato esa misma tarde, gloria a Dios! ¡Estamos muy felices por esta bendición, porque fue un milagro de Dios! Todo lo logramos gracias a la fe, no teníamos dinero, pero el Señor nos abrió las puertas. Es estupendo vivir lo mejor de Dios, las promesas de Jesús, ¡porque Él es fiel! El Padre actúa cuando seguimos el camino correcto y lo entregamos todo en Sus manos. Él transforma nuestros sueños en realidad”, se emociona.