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FAMILIA EN FIESTA
Después de usar su fe, André Luís y Renata Aparecida vieron a Dios actuar en la vida de su hijo Davi
Viviane Castanheira
El bombero militar André Luís Parizi Pereira, de 41 años, y su esposa, Renata Aparecida Balbino Parizi Pereira, de 43 años, quedaron conmocionados al descubrir que su hijo había sido atacado por el perro pastor alemán de la familia. En ese difícil momento, la pareja descubrió que no hay nada peor que ver sufrir a sus hijos y no poder detener su dolor.
El pequeño Davi Renato, de apenas dos años, fue mordido en la cabeza y sufrió una lesión en el párpado. “Fue un descuido. Davi tuvo un corte grande y profundo y parte de sus músculos fueron arrancados”, cuenta André, quien tuvo que mantener la calma para detener la hemorragia de su hijo mientras lo llevaba a una unidad de salud.
Al ver el estado del niño, Renata, quien se encontraba en el tercer mes de embarazo de su hijo menor, Lucas Gabriel, perdió el conocimiento. “Fue el peor día de mi vida. Pensé que había perdido a mi hijo”, dijo la mamá. La situación era delicada. Davi necesitaba ser entubado y llevado al quirófano. Según los médicos, podría haber quedado ciego en el accidente. “Por dos centímetros, no fue afectado el ojo. Allí comenzó la liberación de Dios”, explica el padre.
Después del shock inicial, la pareja decidió poner en práctica su fe. Entonces, André y Renata, que son miembros de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) en Catanduva (São Paulo-Brasil), determinaron la sanidad de Davi. “Utilicé la fe y todo el aprendizaje que recibimos de mi pastor y del Dr. Soares”, comenta André. Mientras el niño estaba bajo el cuidado de los especialistas en el centro quirúrgico, sus padres lo pusieron en manos de quien podía salvarlo: Jesús. “Estaba aprensivo, pero en todo momento tenía la Biblia en mis manos, oraba y determinaba que todo iba a estar bien”, cuenta el bombero.
Una vez finalizado el procedimiento, la familia escuchó por parte de especialistas que el niño podría sufrir secuelas. “Nos informaron que Davi ya no movía la ceja, porque durante la cirugía le ligaron un músculo de esa zona”, explicó el padre, quien no aceptó esa condición y oró. “¡Fui al baño del hospital y clamé al Señor, determinando que el mal se fuera!”
El ojo de David estaba visiblemente caído, pero sus padres seguían confiando en que todo volvería a la normalidad, y así fue. “Cuando mi hijo mejoró, le hice una prueba: le pedí que moviera la cara. Respondió a mi pedido”, celebra André, quien inmediatamente informó al especialista. “El médico confirmó entonces el milagro, porque en el accidente se habían arrancado los músculos que permitían el movimiento de la ceja. Gracias a Dios no tuvo secuelas”.
Ante la liberación, la familia sólo tiene algo que celebrar. Junto a sus tres hijos, André y Renata agradecen a Dios por todos los cuidados. “Hoy Davi tiene ocho años y es un niño sano, feliz y le encanta estar en la Iglesia con toda la familia”, dice André.