“Dios nos honra”
A la espera de un milagro
VICTORIA EN CRISTO
Alexia tenía planes de muerte, pero Dios le dio el regalo de la vida
Viviane Castanheira
Incapacidad para gestionar sus propios sentimientos, autolesiones y pensamientos suicidas. Nada de esto debería formar parte del universo de un niño, pero lamentablemente estuvo presente en la trayectoria de Alexia Franciele Furtado Barbosa, de 18 años.
A los diez años, la niña sufría bullying en el colegio, vivía triste, se sentía sola y asustada. “Como yo era gordita, los compañeros de clase me molestaban, haciéndome llorar”, recuerda Alexia, que entró en depresión. Este problema emocional difícilmente es identificado por los padres en la infancia, porque se considera que, en esa fase, rabietas y demás formas de llamar la atención son comunes. Exactamente por eso, el caso de Alexia no fue notado por los responsables.
En el mismo periodo, a la mamá de Alexia, Jussara Lindane Furtado, se le diagnosticó síndrome de pánico y utilizaba medicación controlada. Así, la niña empezó a ver, en la medicación de su mamá, una salida para sus propios dilemas y tensiones. “Cuando mis padres se iban a dormir, yo tomaba su medicación y me autolesionaba”.
En el apogeo de su enfermedad, la pequeña sintió el deseo de compartir el dolor, pero voces extrañas se lo impedían. “Una noche me desperté decidida a contarles todo a mis padres, pero escuché una voz que decía que si hacía eso, mi hermana Alana moriría. Estaba aterrorizado y no lo dije”.
Desde entonces, la situación solo empeoró y Alexia pensó en suicidarse, pero fue interrumpida por una acción sobrenatural. “Cerré los ojos y me iba a cortar el cuello, sin embargo vi una luz y escuché una voz que decía: ‘¡No hagas eso! Te quiero y estoy contigo. No tienes que morir’. Inmediatamente me puse a llorar”, dice emocionada, creyendo haber escuchado al propio Señor.
Dios ya tenía planes para cambiar esta historia. La madrina de Alexia, que asiste a la sede de la IIGD en Sapucaia do Sul (RS), invitó a la familia de la niña a participar en un servicio especial. “Incluso después de esa experiencia, me negué a ir a la iglesia”. De hecho, esa noche, Alexia volvió a planear suicidarse. “No podía soportar más esa situación”. Una vez más, hubo un impedimento. “Esperé a que se fueran y me puse el cuchillo en el cuello, pero mi mama gritó desde afuera. Algo le decía que no me dejara sola. El Espíritu Santo no permitió que el diablo segara mi vida”, recuerda.
En aquella noche, la familia asistió a la reunión de fe y todos fueron conmovidos por el poder divino. Cuando regresaron a casa, Alexia pudo compartir todo lo que había pasado. “Quedé aterrada cuando me enteré de lo que le estaba pasando a mi hija. ¡Gracias a Dios, fuimos invitados a la Iglesia y allí Jesús la restauró!”, se emociona Jussara.
Alexander Oliveira Barbosa, el padre de Alexia, dice que, tras las revelaciones de la heredera, decidió seguir a Jesús. “Empezamos a ir a la iglesia y vimos el cambio. El Señor transformó nuestra historia. Hoy, para la Gloria de Dios, somos más que vencedores. Dios nos está bendiciendo, llenándonos de amor y paz”, concluye Alexander. Él, su esposa y su hija Alexia sirven a Dios como colaboradores en la IIGD.