“Empecé a clamar al Señor que me sacara de este infierno”
Bendita paternidad
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DE PIE, HACIENDO LA OBRA DE DIOS
Después de enfrentar problemas familiares, la depresión y la dependencia química, Jaqueline Ramos fue transformada por Jesús
Viviane Castanheira
En general, la adolescencia es considerada una fase conturbada de la vida. Por ser un período de transición entre la infancia y la edad adulta, envuelve cambios físicos, emocionales y sociales que, frecuentemente, generan conflictos familiares. Jaqueline Ramos Pereira, trabajadora autónoma de 25 años, sabe bien de qué se trata.
Creció en un ambiente marcado por el sufrimiento debido a las dependencias del padre, el jubilado Célio Braz Pereira, de 70 años. “Bebía y fumaba mucho desde la juventud. El alcohol lo volvía agresivo y la familia estaba desmoronando”, recuerda. En 2001, en el auge de la tristeza, la mamá de Jaqueline, Helena Ramos, asistió al programa de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD) por la TV y encontró esperanza en tanto dolor que enfrentaba. “Mi mamá seguía las transmisiones de los cultos todos los días y buscaba la salvación de mi papá en oración. Muchas veces, él se burlaba de la fe de ella, pero mamá permanecía firme, sin desmoronarse”, dijo Jaqueline.
Helena se convirtió en miembro de la IIGD en Ribeirão do Pinhal (ciudad al sur de Brasil) y su fe fue honrada. A pesar de que Célio se burlaba de la decisión de la esposa, al cabo de un tiempo percibió que era beneficiado con muchas liberaciones. “Mi papá creyó que había un propósito en todo de lo que le pasaba. Con certeza, era Dios trabajando en la vida de él por medio de la intercesión de mi mamá”, recuerda Jaqueline, que tenía 13 años en la época.
En esa fase, la adolescente había escogido mantenerse en sus propios espacios, en vez de pasar tiempo en los ambientes comunes con la familia. Por ello, acompañaba el proceso de conversión del papá con distanciamiento. Sin embargo, recuerda perfectamente el día en el que él decidió asistir al programa de la Iglesia en compañía de su mamá. “A papá lo tocaron las palabras del Dr. Soares y entonces quiso saber más sobre Cristo. Cada día, tenía más sed del Evangelio”, conmemora Jaqueline. “Jesús lo liberó de los viejos hábitos, él se bautizó y, hoy, es otra persona. Fue transformado por la gracia de Dios”, revela.
A pesar de estos cambios en el ambiente familiar, la adolescente pasó por varias fases malas. A los 15 años, le diagnosticaron depresión tras ser víctima de bullying en la escuela, y no demostraba interés en conocer el Dios que transformó a su papá. “Mi autoestima estaba muy afectada; sufría humillaciones porque tenía acné en el rostro. Fue una época difícil. No quería ir más al colegio, me escapaba de las clases y me la pasaba encerrada en mi cuarto. No quería ver a nadie, o mejor, no quería que nadie me viese”, lamenta.
A los 17 años, la situación empeoró debido a la muerte de su mamá, víctima de un accidente cerebrovascular. Por rebeldía, Jaqueline buscó, en el alcohol y en el tabaco la forma de huir de los problemas, como su papá había hecho antes de conocer a Jesús. “Llegué al hoyo con tanto sufrimiento”, lamenta. Célio revela que era difícil convivir con la hija en aquella época. “Sufríamos mucho. Solo me quedaba orar y pedir al Altísimo que la guardase y la liberase del mal”, cuenta el jubilado, que intercedía por la conversión de la joven. “Mi voluntad y la de mi esposa era que nuestra hija estuviese en la Iglesia con nosotros. En el templo, Helena siempre guardaba un lugar entre nosotros y profetizaba que esa silla vacía sería de Jaqueline”, explica el papá.
El escenario empeoró cuando la joven empezó a usar drogas ilícitas. “Además de la bebida y de los cigarrillos, usaba marihuana y, en fiestas, consumía LSD, éxtasis y lanzaperfume. Quería escaparme de la realidad. Mi vida se derrumbó”, sufre la joven al recordarlo. Sin embargo, Cristo tenía un plan para rescatarla.
Evento transformador
Jaqueline fue invitada a una fiesta con la presencia de un rapero evangélico y aceptó participar sin saber que se trataba de un evento religioso. “Creía que iba a un show, pero, en verdad, era una reunión, me tomó por sorpresa. Sin embargo, la Palabra predicada y el testimonio de ese hombre me tocaron el corazón y empecé a verlo todo con otros ojos”, cuenta la joven que, por primera vez, reconoció su estado. “Aquel día, el Señor comenzó a cambiar mi dirección. Entendí que debía dejar atrás aquella vida, o de lo contrario, mi destino acabaría siendo la prisión o el cementerio”.
Jaqueline fue a la iglesia con el papá, y esa decisión cambió el rumbo de su historia. “Sabía que el Todopoderoso me sacaría de ese pozo tan profundo en el que me encontraba. Empecé a frecuentar los cultos, y el Señor me transformó”, se alegra. La joven vivió una experiencia sobrenatural que la liberó. “Una noche, cuando encendí un cigarrillo de marihuana, Dios me dijo: ‘¿Qué estás haciendo, hija? Esa no es la vida que Yo escogí para ti’. En ese mismo instante, me deshice de toda la droga que tenía y nunca más quise involucrarme con todo aquello que me destruía. Para la gloria del Señor, fui liberada”, se emociona Jaqueline, recordando las oraciones de su mamá. “Dios honró la fe de mis padres, que siempre intercedieron por mí. Mi mamá falleció sin verme a su lado en la Iglesia, pero Dios no dejó de honrarla. Hoy, me siento en la silla que ellos me reservaban, y también estoy de pie, haciendo la obra de Dios”, resalta la colaboradora de la IIGD en Ribeirão do Pinhal, la misma congregación donde su familia se estructuró espiritualmente. “La mayor alegría es ver mi hija acompañándome en las reuniones de fe, sirviendo al Señor. Está transformada por el poder de la sangre de Jesús”, concluye Célio.