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“UN JARRÓN NUEVO”
Víctima de un grave accidente, Rosana sobrevivió sin consecuencias
Carlos Fernandez
La vida tiene características rurales en el pequeño Arroio dos Ratos, un municipio del estado do Rio grande do Sul, Brasil. Tanto es así que muchas personas se desplazan al trabajo o al colegio en carruaje. Y fue en uno de esos viajes, en compañía de su hijo, que la hoy jubilada, Rosana Barboza Pesamosca, sufrió un grave accidente hace nueve años. “El caballo salió disparado y yo, aterrorizada, salté del carruaje. Cuando me caí, me golpeé la cabeza contra una piedra y entré en coma”, dice. Fue el comienzo de un drama familiar. “Me llamaron del hospital y al llegar, ella ya estaba afeitada y tenía la cara oscura. Dijeron que el caso era muy grave”, recuerda su marido, Rosaldo.
Se realizó una cirugía de emergencia, pero la presión intracraneal provocada por el edema no disminuyó y todavía había coágulos en el cráneo. “Y yo ni siquiera sabía lo que estaba pasando”, comenta Rosana, quien permaneció inconsciente la mayor parte del tiempo. Cuando recuperó el conocimiento, el lado derecho de su cuerpo estaba paralizado, por lo que la llevaron a casa, tras ser dada de alta. La predicción era que, sólo con mucha fisioterapia, recuperaría algunas funciones, pero corría el riesgo de no caminar nunca más. “¿Te imaginas estar discapacitado por el resto de la vida?”
Una mañana, su esposo encendió la televisión para distraerla y el Dr. Soares estaba al aire. Rosana relata que eventualmente veía los programas, pero ese día todo fue diferente. “Él dijo: Tú que estás ahí en la cama, levántate, porque Jesús ya te ha sanado”, recuerda conmovida. “Volví a sentir mis piernas otra vez”. Ella no tuvo dudas: fortalecida por aquella palabra, hizo un esfuerzo y se puso de pie, ante el asombro de su esposo y sus hijos. “Salí de la habitación caminando, sin silla de ruedas”.
El primer deseo de Rosana fue ir a la Iglesia. Desde entonces, ella y su esposo acuden a la Iglesia de la Gracia. Los médicos quedaron impactados por su rápida recuperación. Hoy, en agradecimiento al Señor, los esposos son patrocinadores de la obra de Dios: “Jesús me hizo un jarrón nuevo”, comenta la jubilada.