Pablito – La fórmula de la oración
África
LOS DOS LADOS DEL LECHO HOSPITALARIO
Fisioterapeuta de cuidados intensivos, Edivaldo cuenta cómo superó el covid-19 tras la intercesión de la Iglesia y de sus padres
Carlos Fernandes
Desde el inicio de la nueva pandemia de coronavirus, que comenzó hace un año y medio, una categoría ha estado particularmente expuesta al covid-19: la de los profesionales de la salud. Considerados la “primera línea” en la lucha contra la enfermedad, ellos actúan precisamente donde la contaminación es más aguda: en hospitales, centros médicos y otras instalaciones de salud. Fue precisamente en el hospital donde trabaja que el fisioterapeuta de cuidados intensivos Edivaldo José dos Santos Filho, de 34 años, se convirtió en uno de los casi 20 millones de brasileños infectados. “Determinado día, cuando dejé el trabajo, comencé a sentirme mal”, recuerda. Con una fiebre de casi 40 grados, fue al centro de salud y los análisis indicaron una prueba positiva para covid-19.
Esto sucedió en diciembre del año pasado. “Al principio no tuve muchos cambios, solo fiebre”. Consciente de su situación, Edivaldo permaneció aislado y tomó los medicamentos recetados. Sin embargo, la enfermedad evolucionó a una situación más grave. “Tenía mucha debilidad. Una tomografía mostró que más del 80% del pulmón estaba afectado”, informa. Todo sucedió muy rápido: ingresado a prisa, el fisioterapeuta fue intubado, un procedimiento estándar para facilitar la ventilación pulmonar y preservar la vida del paciente.
Edivaldo permanecería 12 días en esa delicada situación. “No despertaba, a pesar de la suspensión de la medicación; luego, se realizó una traqueotomía, para evitar lesiones en la tráquea”. Debido a la gravedad del caso, los médicos autorizaron la visita de los padres de Edivaldo, miembros de la Iglesia de la Gracia. “Mi mamá llevó el aceite ungido y me tocó, llamándome por mi nombre. Luego, con ese gesto suyo, desperté. A partir de ese momento, recuerdo la hospitalización”.
Fueron 32 días muy difíciles para Edivaldo y su familia. “Contraje dos bacterias y tuve que tomar antibióticos de uso hospitalario”. Durante este tiempo, el fisioterapeuta admite que temía la muerte. “Pero eso fue exactamente cuándo más sentí la presencia de Dios”. Afuera, su mamá, Vera Rodrigues, no descansaba, además de pedir que oraran por su hijo, participaba en los propósitos de oración, como la del agua consagrada, y nunca se rindió en su fe, ni siquiera en los peores momentos. Después de un período de rehabilitación, Edivaldo regresó al trabajo, aún más dispuesto a ayudar a la gente. “Creo que tuve una nueva oportunidad de vida y aprendizaje, porque, ahora, seré un profesional completo; al fin y al cabo, conozco a fondo ambos lados: el de la atención profesional y el del internado”.