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Pérdidas transformadas en ganancias
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“TODOS LOS DIAS, AGRADEZCO A DIOS POR TODO”
El gerente Jair Leite vivió momentos de angustia al saber que tendría que ser internado por complicaciones de la covid-19
Viviane Castanheira
Hemos vivido una de las mayores crisis que tuvo que enfrentar la humanidad. De acuerdo con los especialistas del instituto de investigación Fiocruz, la pandemia de covid-19 fue la más grave de la historia de Brasil. El país registró, hasta el 4 de octubre de 2022, casi 35 millones de casos y 686 mil muertes. A pesar de los números aterradores, hubo también muchas sanidades. Casi 34 millones de brasileños lograron vencer la enfermedad, según datos del Ministerio de Salud. Jair Leite Russo, de 39 años, es uno de ellos.
Este gerente de piezas mecánicas de una concesionaria de la ciudad de Cáceres (Mato Grosso, Brasil), vio su vida pendiendo de un hilo cuando descubrió que tenía covid-19, en septiembre de 2020. “Mi esposa y yo contrajimos el virus al mismo tiempo. Empezamos a tomar los medicamentos que nos recetaron y estuvimos aislados por separado en casa”, cuenta Jair, que no respondió bien al tratamiento. “Mi esposa mejoró, pero yo, después de cinco días, seguía con fiebre alta y mucha tos. Regresé al médico y descubrí que tenía el 20% de los pulmones comprometidos. La enfermedad evolucionó muy rápido, y, dos días después, constaron que el 60% de mis órganos estaban afectados.”
Según los médicos, la internación era la única salida para el caso de Jair. La recomendación llevó a la familia a la desesperación, pues, por aquel entonces, las noticias eran desalentadoras. “Sentí mucho miedo porque sabía que los hospitalizados con Covid eran intubados y muchos fallecían”, recuerda Jair, que, por falta de vacantes en su ciudad, tuvo que ser transferido a Cuiabá. Lejos de su familia, solo le quedaba confiar en el Altísimo. “Dios dispuso todo y me reservó el último lugar disponible de esa unidad de salud”, revela, agradecido.
EMientras Jair recibía las debidas atenciones médicas, los miembros de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios en Cáceres, donde él congrega junto con su familia, se unieron para clamar por su vida. “La Iglesia se envolvió de una forma maravillosa. Mi pastor y mis hermanos oraban todos los días por mí. Me sentí cuidado por el Señor en todo momento. Los médicos y enfermeros parecían ángeles que cuidaban de mí. Gracias a Dios, no necesité ser intubado. Durante todo el período de tratamiento, sentí una paz sobrenatural. Tenía confianza en nuestro Dios, más que nunca”, garantiza.
Después de ocho días de internación, Jair finalmente recibió el alta y fue recibido con cariño por los familiares y hermanos de fe. “El amor que recibí colaboró para mi recuperación”, reconoce. En el primer culto al que fue, no renunció de tocar su instrumento de viento. “Alabe a Dios tocando mi saxofón, a pesar de que sentía un poco de falta de aire. Pero fue muy bueno e incluso ayudó a fortalecer aún más mis pulmones”, se alegra Jair, que forma parte del equipo de alabanza de la IIGD en Cáceres. “Todos los días, agradezco al Señor por todo. A veces, uno piensa que está solo, pero, cuando tenemos a Dios y una Iglesia que intercede por nosotros siempre, no hay nada que temer. ¡El Padre no me desamparó en ningún instante!”