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El cambio de dirección
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EL SEÑOR LA LIBERÓ DEL MAL
Elizabete Costa estuvo entre la vida y la muerte, pero se recobró gracias a las oraciones
Viviane Castanheira
La jubilada Elizabete Vitor da Costa, de 73 años, pasó por una prueba en abril de 2021, cuando fue infestada por el nuevo coronavirus. “Comencé a sentirme mal y, al tercer día de los síntomas, ya no aguantaba más. Entonces, pedí que me llevasen al hospital.”
En la unidad de salud, fue constatado que el estado de Elizabete era crítico. Antes de convertirse, hace 20 años, la jubilada era fumadora, y, a pesar de haber sido liberada del tabaquismo, su capacidad pulmonar estaba comprometida. Por eso, desarrolló la forma grave de la infección y tuvo de ser entubada inmediatamente. “Me comunicó el médico que mi mamá estaba muy mal y que debía esperar su muerte. Pero yo sabía que la última palabra es la de Dios”, recuerda José Roberto Ferreira da Costa, 42, el hijo mayor de Elizabete.
Frente a este escenario desesperanzador, José Roberto se apegó a la fe en Cristo y no luchó solo. Familiares, amigos y miembros de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios en Caruaru (Pernambuco, Brasil), donde la jubilada se congrega, formaron una cadena de intercesión en favor de la anciana.
En Santiago 5:16, la Biblia dice que la oración de un justo es poderosa y eficaz, y la oración hizo la diferencia en la vida de Elizabete. Después de más de 15 días en la unidad de terapia intensiva, la jubilada mejoró y fue trasladada a la enfermería.
La noticia alegró a los que clamaban por Elizabete, pero ella seguía insatisfecha: “Le preguntaba a los médicos cuando podría irse a su casa, y ellos me pedían paciencia, pues estaba debilitada”. Como los especialistas no pudieron atender el deseo de Elizabete, clamó a Dios. “Yo ya no aguantaba más estar internada, entonces le pedí a Jesús que me sacase de allí”, explica. Aquella misma noche, Elizabete vivió una experiencia sobrenatural: “Sentí que alguien me tocaba el hombro y me pedía calma, porque yo volvería a mi hogar. Abrí los ojos y no vi a nadie; todos estaban durmiendo. Era Dios hablando conmigo”, garantiza.
Después de 30 días de internación, Elizabete finalmente recibió el alta: “Logré vencer aquella enfermedad terrible”, cuenta. En casa, descubrió que la hija, el nieto –en esa época con dos meses–, la hermana y el sobrino también habían contraído el coronavirus, pero se recuperaron. “El Señor liberó a mi familia. Glorifico al Dios poderoso y fiel”, se emociona Elizabete, que quedó sanada sin secuelas.