Más que vencedores
Bendiciones para mamá e hija
DECLARACIÓN DE VICTORIA
Con fe, Simara Lopes se enfrentó al covid-19 y quedó sana
Viviane Castanheira
Nuestro Dios volvió la maldición en bendición (Nehemías 13:2c). Esa palabra se hizo realidad para Simara Lopes Evaristo de Paula, de 49 años. A principios de 2021, la colaboradora de la Iglesia de la Gracia fue contaminada por el nuevo coronavirus y tuvo que ser hospitalizada por las complicaciones de la enfermedad. Además de Simara, también se enfermaron su hija Letícia Lopes, de 19 años, y un grupo de amigos de donde trabajaba. Pero, cuando Simara se posicionó espiritualmente, se recuperó, vio a sus amigos sanados y pudo evangelizar a su compañera de cuarto del hospital.
El primer síntoma de Simara fue el cansancio, pero no le prestó atención hasta que le costó caminar. Durante la atención médica se encontró baja saturación y cambios de presión y glucosa, y le pusieron en el balón de oxígeno. “No podía comer ni moverme en la cama. No aceptaba esa enfermedad y le pedía ayuda a Dios”, recuerda, quien estaba a punto de ser intubada.
Mientras su mamá luchaba en el hospital, Letícia confiaba en la sanidad en casa. “Estaba un poco asustada al principio, pero no me desesperé porque estaba segura de la victoria. Por supuesto que me preocupé, después de todo, ver a mi mamá hospitalizada durante seis días fue difícil. Pero confié en Dios que pasaría”, dice Letícia. A pesar de haber sido también infectada por el nuevo coronavirus, la joven no presentaba muchos síntomas. “En todo momento, el Espíritu Santo me consoló. Nunca pensé en lo peor”.
Simara alimentó su fe, viendo las reuniones en línea de su iglesia y la alabanza enviada por su hija. “Mi pastor dijo: ‘Hermana, manténgase firme, porque la promesa del Señor ya ha sido dada y usted ha sido sanada’. Me aferré a Él”. La colaboradora también contó con la ayuda del grupo de oración de la IIGD en su ciudad. Simara recuerda las palabras de un miembro de ese grupo: “Dijo que yo era una mujer de oración y que Jesús me había sanado. Eso habló muy fuerte en mi alma”.
Así que Simara comenzó a actuar de manera diferente: “¡Cambié de actitud! Até esta enfermedad, en el Nombre de Jesús, y decidí que no aceptaría ser intubada”.
Simara usó la fe y, aun con dificultad para levantarse de la cama, tomó el aceite consagrado, ungió la habitación e incluso oró por su colega en la enfermería afectada por el covid-19. “Empecé a reprender esta maldita enfermedad. Dije: Creo que el Señor ha sacado toda la dolencia de mis pulmones, en el Nombre de Jesús. Mientras oraba, me fortalecí. Dios me estaba renovando para que tuviera aliento. Clamé al Creador y Él me ayudó”.
Al día siguiente, los médicos encontraron a Simara con un rostro diferente. La mejora fue tan significativa que la colaboradora fue dada de alta ese mismo día. “Cuando me posicioné como intercesora y comencé a orar por mí, por el hospital, por los médicos, enfermeras y por la señora a mi lado, ¡vi la gloria divina!”. Además de sanar, Dios trajo salvación a ese centro de salud. “Le hablé de Jesús a la señora que estaba conmigo y entregó su vida a Cristo. El Señor hizo grandes cosas en mi vida allí. La Covid-19 es más espiritual de lo que imaginamos, porque cuando me paré en oración, obedeciendo el orden divino y haciendo Su obra, ¡Jesús me sacó de la cama!”.
La colaboradora también oró por sus compañeros de trabajo que se enfermaron durante ese período. Simara es depiladora, pero con la pandemia, perdió a sus clientes y empezó a trabajar limpiando un salón de belleza. Mientras estaba en casa recuperándose, entró en un propósito de oración. “Una de las personas que se infectó con el covid-19, en la misma época que yo, estuvo intubada durante 23 días. Después de ser dada de alta, me posicioné como intercesora; oraba todos los días al amanecer. Clamaba por a las personas que habían estado conmigo. El colega que había sido intubado no conocía la Palabra. Así que le pedí al Padre misericordia por su vida, y el Señor lo sanó. Fue una lucha, pero Dios honró cada oración”, concluye Simara.