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EL PODER DE LA ORACIÓN
Recuperado de covid-19, el pastor Ezequias Sousa dice que el apoyo de la Iglesia fue fundamental
Carlos Fernandes
Millones de brasileños han contraído el covid-19 desde el inicio de la pandemia en el país, en marzo de 2020. La enfermedad, que recién ahora ha sido derrotada con la vacunación masiva, ha dejado un rastro de sufrimiento y muerte que afecta a familias de norte a sur del país. Entre los supervivientes, la alegría es enorme. Además del reinicio, celebran la dedicación de los equipos de salud, la efectividad de los tratamientos y, sobre todo, el apoyo recibido de familiares y amigos en los peores momentos. Para el pastor Ezequias Soares Sousa, de la Iglesia Internacional de la Gracia de Dios (IIGD), la oración de los hermanos fue fundamental: “Marcó la diferencia”, enfatiza.
En su caso, la enfermedad comenzó leve, en abril de este año, como si se tratara de un malestar cualquiera. “Un domingo, comencé a sentir dolor y fatiga. Se sentía como una gripe”, recuerda. Pero, no era. A mitad de la semana, el pastor perdió el gusto y le faltaba el aliento. Tras el diagnostico de covid-19 en el hospital, le recetaron medicación y descanso. “Hasta entonces, la presión arterial y la saturación de oxígeno eran normales”.
El domingo siguiente, el panorama empeoró: alrededor del 50% de los pulmones ya estaban comprometidos. “Por la tarde, volví a la emergencia con muy baja saturación y me hospitalizaron”. Ante eso, el pastor descubrió qué era el covid-19, del que tanto había oído hablar. “Solo entendemos cuando pasamos por la situación”, explica. Ezequias relata un cuadro de total debilidad: “No podía levantarme de la cama ni siquiera para ir al baño. Una debilidad generalizada, una incapacidad para hacer cosas mínimas. Nos sentimos impotentes. Ni siquiera tenía fuerzas para orar”.
En este momento, Ezequias se dio cuenta de la importancia de pertenecer al Cuerpo de Cristo. “Los miembros de mi Iglesia, los colaboradores y mis amigos pastores entraron en un propósito de fe”, recuerda conmovido. “Los hermanos de fe pidieron a otros hermanos que intercedieran por mí”. Aunque con el espíritu fortalecido, Ezequías estaba experimentando la carga de la enfermedad. “Solo quería dormir, me faltaba el aire. Fue una lucha, el tiempo no pasaba”. Más tarde, la médica dijo que, por poco casi fue intubado. “El hospital es un ambiente de sufrimiento y muerte”, comenta. “Estoy seguro de que no me levanté porque mi organismo es fuerte, sino porque una fuerza espiritual actuaba en mí.» Si había un espíritu de muerte contra mí, fue reprendido y salió gracias a la intercesión de la Iglesia”.
Antes de ser dado de alta, el pastor Ezequias tuvo la oportunidad de compartir su fe con otras personas hospitalizadas. Recuperado, se sometió a fisioterapia con recomendación de reposo. “Los médicos me dijeron que no hiciera mucho esfuerzo. Pero, no obedecí”, admite, buen humorado. “En esta trayectoria como pastor, predicamos de lunes a lunes y tres veces a cada domingo”. El resultado fue una recaída, pero pronto se recuperó.
Volviendo a sus actividades ministeriales, Ezequias celebra la vida con su esposa, Maria Gabriela, y su hijo, el pequeño João Elias, recién nacido cuando su padre fue hospitalizado. “Ahora solo quiero abrazarlo mucho”, bromea el pastor. Colaborador desde 2009, ele fue consagrado a pastor hace diez años y ejerce el ministerio a tiempo completo. “Estoy feliz de servir al Señor en la Iglesia de la Gracia”, dice. Restablecido, Ezequias está más que dispuesto a recorrer el largo camino que tiene por delante, al servicio del Reino de Dios.